Así me llamaba mi padrastro, que de padrastro tuvo poco y de padre mucho, cada vez que yo, en mi infancia, hacía ascos a la fruta que estuviese un poco magullada. Era este servidor un niñito de ciudad y él había nacido en un villorrio de las tierras numantinas. Castilfrío, por más señas. Las gentes de por allí no se andan con remilgos. De ciudad es también
Albert Rivera quizá llegue alguna vez a vivir en la Moncloa, aunque torciendo el morro, pues preferiría hacerlo en el Elíseo.
Albert Rivera, que quizá llegue alguna vez a vivir en la Moncloa, aunque torciendo un poquito el morro, pues preferiría hacerlo en el Elíseo o, ya puestos, en el palacio de Versalles. Su caso es curioso. Todos los presidentes de los gobiernos posfranquistas acaban por ser víctimas del síndrome de la Moncloa, pero Rivera lo padece antes de llegar a tan augusta jaula. Lo suyo debe de ser psicomático. Abascal le ha salido respondón: que si Petit Macron (fui yo, Santi, el primero que lo rebautizó así antes de cargar la suerte llamándolo Napoleoncito, pero te cedo el apodo), que si Bismarck, pero sin el toque prusiano, que si cosmopaleto... Con lo último alude al error de uncir su caravana electoral al dudoso futuro de un petimetre como Valls (precioso ridículo lo habría llamado Molière), que debería ponerse peluca de tirabuzones y polvos de arroz antes de insultar a los cientos de miles de andaluces que han votado a un partido mucho más liberal y democrático que él. Otro Don Motitas, como su jefe, del que dicen que está en manos de los apparatchiki de su partido. Inés Arrimadas, Begoña Villacís, Girauta, Javier Nart y tantos otros no merecen la encerrona. El líder de Ciudadanos está labrando su ruina. Convertirse en arbotante de un partido en grave riesgo de derrumbe es un seppuku similar al que en su día cometiera el CDS de Suárez. Los votantes no se lo perdonarán.
El abrazo de Ciudadanos al PSOE no es de oso, sino de anaconda.
El abrazo del PSOE no es de oso, sino de anaconda. Y los dengues de damisela en lo concerniente al legítimo e imprescindible apoyo de Vox descargarán el ultimo tajo de la katana. ¿Necesita un audífono, señor Rivera? Baje a las tabernas andaluzas y cambie impresiones con las buenas gentes que las frecuentan. Deje el trágala del cordón sanitario, que fue nauseabundo invento de los bolcheviques, los nazis y los maoístas, a los únicos ultras que en España existen. Para salir del actual atasco sólo hay una vereda: la de un gobierno tripartito que excluya a los secesionistas, a la socialdemocracia y a la extrema izquierda. No lo torpedee, amigo Albert, no sea usted Don Motitas. Es un consejo de mi padrastro.
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