Me resisto a caer en chauvinismos de cancha de fútbol. Pese a todo, todavía me gusta pensar.Comenzaré por decir que aquella Inglaterra grande, poderosa y cruel con la que nos enfrentamos en los campos de batalla ya no existe.
Aquellos viajeros, ingenieros, científicos y soldados que dieron lugar a los más bellos libros y crónicas de viajes por este Sur, tampoco existen ya.
Los grandes hombres de la periferia del imperio inglés ya sabían lo que iba a pasar. Lo sabía perfectamente Conrad. Al final de su vida lo entendió Kipling, al precio de uno de sus hijos. D. H. Lawrence lo supo siempre.
La vieja Inglaterra ya no existe. Quienes nos vencieron en Malvinas en 1982 fueron las mismas fuerzas mundialistas que asolan al mundo hoy en día aquí y allá. Inglaterra es hoy un enclave financiero casi islámico. Su gran pueblo, su estilo, su sabiduría y su grandeza se perdieron casi por completo.
¿De qué valió al pueblo inglés tanto sacrificio, arrastrado al sufrimiento por la determinación imperial de destruir pueblos que podrían y deberían haber sido hermanos, si ahora las mismas fuerzas que lo impulsaron en esa dirección lo ponen al borde de su desaparición?
Finalmente nuestros destinos se han acercado, ya que es un mismo destino como pueblos el que nos espera, de seguir transitando ambos por este aciago rumbo.
Nunca me gustó eso de quemar banderas. Me parece que forma parte de una psicología débil y perversa, lejana a mis anticuados ideales; quizá porque sé muy bien que quienes lo hacen son a menudo unos exaltados que sólo eso pueden hacer, y porque pienso, además, que del otro lado habrá también algunos patriotas sufriendo lo mismo que nosotros sufrimos: la tiranía capitalista financiera que pone en las banderas contenidos y objetivos que no son los legítimos del pueblo al que las banderas en realidad pertenecen.
Quizá mi punto de vista sea utópico, pero creo que podemos encontrarnos con el pueblo inglés al final del camino. ¿Cuál sería el motivo por el que un pueblo admirable en muchos aspectos como el inglés no querría entenderse con pueblos hermanos que están sufriendo una misma agresión?
Que las Malvinas sean de hecho tan argentinas como lo son de derecho sería la única forma de que estuvieran bajo la soberanía de un pueblo de origen mayoritariamente europeo, y no en manos de un consorcio internacional de poderes mundialistas. ¿Es que la flota de la OTAN lleva encima más cultura y sangre europea de la que hay en el territorio argentino?
El intercambio y la influencia cultural argentino británica han sido mucho más profundos de lo que muchos piensan. Ahora lo mejor de ambos pueblos está siendo sacrificado en el altar de un dios único mesiánico y globalizador. Algún día podremos oponernos juntos a esa triste realidad. Sería mucho mejor que ocurra eso, y no que antiguos pueblos blancos como el inglés, el argentino, el irlandés o el boer, sigan eliminándose mutuamente en pos de una resistencia cada vez menor al tiránico y hegemónico poder globalizador.