Escupir sobre los padres. Odiarse a sí mismo

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En Buenos Aires hay monumentos que responden a una historia, como en todas partes. Cambiar los monumentos es por lógica cambiar la Historia. Por eso se reemplazará el monumento a Cristobal Colón y hay también proyectos para reemplazar la estatua ecuestre de uno de los padres de la patria: el general Julio Argentino Roca.
La sensación es la misma que cuando he visto el monumento a Hernán Cortés manchado con una pintura roja que semejaba sangre. ¡En su propio pueblo, en España! ¿O fue en Expaña? No soy fanático de Colón ni de Roca. Disiento en muchas cosas con la actuación de ambas figuras, pero de algo estoy seguro: las estatuas serán bajadas de sus pedestales por aquello en lo que coincido y no por aquello en lo que disiento.
La estatua que se instalará en lugar de la de Colón es financiada según parece por el presidente de Bolivia Evo Morales. Parece que la Argentina ya no puede ni siquiera erigir una estatua sin pasar por los filtros ideológicos del indigenismo y tampoco financiarla. Acaso nuestra historia podría llamarse: “De cómo muchos millones de personas cultas se convirtieron en marginales sin protestar”.
Bajar a Roca y poner en su lugar un monumento a “la mujer originaria” es un viejo anhelo indigenista y de género, ya que la llamada “conquista del desierto” que consagró la soberanía argentina en la Patagonia parece haber sido el mayor pecado original de la patria. La presencia de un ejército nacional fue mala para todo lo que no era la nación, y si todavía queda algo de este pobre país es porque una vez existió un Ejército que dio a Roca y también a Perón.
Cortés, el genocida; Colón, el genocida; Roca, el genocida, España genocida, Argentina genocida, blancos genocidas. Escupir sobre los padres, mirarse al espejo y odiarse a sí mismo. Esconderse, disfrazarse para no ser señalado ni molestado por el racismo antiblanco, antieuropeo, antiamericano también.
¿No es en definitiva Colón de algún modo el padre político de la iglesia americana? ¿No hay ahora un papa argentino? ¿De qué tendrá que disfrazarse el papa Francisco para que no lo acusen de genocida, de cómplice o descendiente de genocidas?
Damos lástima como naciones, como pueblos. ¿No hay un católico que defienda al almirante Colón? ¿Debo hacerlo yo que soy pagano? Detrás de la vejación del símbolo está la destrucción de aquello que simboliza, y no me refiero a una religión sino a milenios de historia y de cultura en bloque. Vale para Colón, para Roca, para Cortés y para todo lo que se viene.

¿Alguien recuerda lo que fue la Argentina? ¿Alguien recuerda la inmensa y orgullosa Buenos Aires de principios del siglo XX, con sus calles empedradas, sus novísimos trenes y sus edificios neoclasicos? Pues bien, ahora Evo Morales paga los monumentos siempre y cuando sean hechos a su medida. Parece que seremos finalmente “Latinoamérica”, pero sería bueno llevarse todo lo que hicimos y dejar lo que había antes: un inmenso territorio vacío con algunos recolectores nómadas, y que después levanten los monumentos a lo que quieran, hechos de barro y paja, como era en un principio, por los siglos de los siglos, amén. 

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