Masiva protesta de cientos de miles de argetintos.
Y la prensa de la "Madre Patria" tan callada
Finalmente ocurrió el 8 de noviembre (vulgo 8N) en la Argentina. Una protesta masiva de un pueblo que ha demostrado casi siempre estar por sobre sus gobernantes.
No me gusta lo inorgánico porque suele volver a lo inorgánico, pero confieso que ese día sentí nuevamente que ser argentino no es algo inorgánico y difuso, y que tenemos una identidad y una historia, y el coraje de poner límites a las cosas que no nos merecemos como pueblo.
El ministro del interior ha dicho que no entiende la protesta, que es difusa. Y es claro que él nunca la entenderá y que confía en que se diluya. Seguramente desde el poder se hará lo posible para diluirla, pero debería recordar el ministro que la resistencia peronista no se diluyó en casi veinte años. Debería saberlo como peronista que dice ser. Aunque el peronismo se conoce por la conducta, y todo el mundo conoce cuál ha sido y es su conducta.
Lo que pidió el pueblo argentino ayer está muy claro. En todo el país, en todas las ciudades importantes. Aún en el exterior lo más sano de nuestro pueblo, el que no está subvencionado sino que trabaja o trata de trabajar salió a la calle a expresar cosas claras. Las mismas cosas que hicieron grande una vez a este país. Ayer pude ver nuevamente los rostros de nuestros abuelos, honrados inmigrantes de una Europa que ya no existe y que con su trabajo se unieron a los viejos criollos para formar una identidad fuerte, una patria que asombró al mundo surgiendo del desierto, de las selvas, de las montañas y mesetas de un territorio inmenso con obras, con un espíritu creativo, con grandes movimientos de masas que no eran masas amorfas sino fuertemente organizadas. Algo de eso ha quedado en nosotros.
Sé que poner un límite a ciertas cosas no es avanzar hacia objetivos políticos que están lejos, pero es importante si se percibe que la decisión es inamovible. Ayer sentí –como lo decía en la canción el recientemente fallecido Leonardo Favio- en carne propia la frase:”Soy soldado de mi pueblo y estoy orgulloso de mi general”. Y si bien el general ha muerto la lucha continúa, y la Argentina cada tanto produce una epopeya popular. Lo fue Malvinas sin duda. Lo fue el 8N que mostró cuál es el límite. Espero de corazón que la soberbia de los gobernantes no convierta una ordenada y disciplinada epopeya popular en un violento desprecio por el pueblo, ese que parecen tener los progresistas ricos con su discurso/relato pseudo revolucionario mentiroso. A un pueblo maduro no se lo engaña para siempre. Espero también que haya dirigentes a la altura de tal movilización. No somos solamente indignados, todavía sabemos que la política es el camino necesario no para los políticos, sino para todo el pueblo. Un pueblo maduro y sufrido. Un gran pueblo, mi pueblo, el pueblo de Evita y de Perón, el glorioso pueblo argentino.