Como no estoy de acuerdo con el pensamiento único, sea de la índole que sea, considero que el relativismo y el nihilismo también tienen su lugar en toda sociedad contemporánea, igual que lo pueden tener el marxismo, el fascismo, el feminismo radical o el anarquismo.
Cada uno tiene derecho a pensar como desee, y sobre todo tiene derecho a que ese pensamiento vehicule su vida, que en realidad es lo que acaba sucediendo, con mayor o menor coherencia.
Otra cosa es que el relativismo se convierta en el aplastante paradigma intelectual y social que anule y acote toda disidencia como ocurre en Europa en estos momentos.
La plaga progre, con todos sus adalides, auténtica carcoma de la sociedad, ha inoculado en la vida de los ciudadanos la vulgaridad de espíritu y la intranquilidad de alma. Sus postulados son un auténtico cáncer social que han llevado al deterioro de todo un continente, y lo que es peor, al sufrimiento y desubicación de una gran parte de las personas que lo habitan.
A quién sino a ellos se les puede acusar de la masiva desestructuración familiar, de los cientos de miles de abortos producidos como puro método anticonceptivo a posteriori, de la drogadicción y alcoholismo de tantos, especialmente jóvenes, de una promiscuidad salvaje que ahoga todo futuro de sociedad mínimamente ordenada, de la falta de respeto y jerarquía, de la debilidad psíquica individual que genera tanta patología, de la neurosis colectiva, de la pérdida de la identidad cultural, de la destrucción del mito y de la anulación de los símbolos.
Y ¿cuál es la actitud que debe acabar tomando cualquiera que se atreva a pronunciar una frase que contradiga o cuestione mínimamente su dictadura? La de excusa inmediata y la de tratar de contemporizar acercando postulados, no sea que…
Pero yo propongo una posición contraria, el combate intelectual directo y sin fisuras ante lo que es tan fácilmente vencible pero que ha tenido la habilidad de crear un fantasma-ogro enorme en nuestras mentes afirmándose como verdad sine qua non ante el cual hay que rendir pleitesía.
Y además a favor tenemos una mayoría de la población fatigada de tener que luchar para subsistir mientras que estos frívolos viven siempre bastante bien. El relativismo intelectual siempre está muy bien conectado con la “vaca pública”, y es que parece que lo lleven en los genes.
Ya está bien de justificarse, de tener que ser siempre políticamente correcto, de aceptar como válidas posiciones absolutamente dañinas. Tampoco crean, y lo digo con la máxima sinceridad, que deseo que la posición contraria al relativismo se convierta en el nuevo paradigma impositivo, ni mucho menos. Creo en la libertad de los individuos para construir su vida y, por tanto, no creo en ningún tipo de pensamiento único. De lo que se trata es de derrocar, sí derrocar, -sin que tenga esta rotunda posición, ninguna actitud beligerante a nivel físico, por supuesto-, la tiranía del relativismo.
Son pocos, manipuladores y elitistas, pero viven de ello.
Para salir de la grave crisis económica, social y ética que nos aplasta, es preciso en primer lugar extirpar los dos cánceres que han llevado hasta ella: la especulación financiera y el relativismo social e intelectual. Y hay que hacerlo sin dudas y sin contemplaciones.