Angelito Viñas y Pepe Stalin

Además de exculpar a Stalin, el mimado funcionario y fogoso izquierdista señor Viñas vuelve a concluir todo un panegírico del doctor Negrín.

Compartir en:

A estas alturas del tiempo no puede ser ignorancia ni despiste senil, sino mendaz e insidioso fanatismo lo que puede hacer afirmar a un historiador que Stalin no estaba en el fondo interesado en hacer de España una colonia, un Estado asociado, un súbdito, o lo que fuera, cuando, a cambio de una considerable cantidad de oro, suministró material de guerra por un valor monetario menor, por más que los fusiles Mosin Nagant fuesen de primera, los aviones, tanto de caza como de bombardeo, de lo mejorcito, y los carros de combate imbatibles ante las tanquetas italianas o los pequeños panzer alemanes, dotados, como aquéllas, sólo de ametralladoras.

Además de exculpar a Stalin, el mimado funcionario y fogoso izquierdista señor Viñas vuelve a concluir un panegírico del doctor Negrín, que no fue más letal para España porque no le dio tiempo y lugar, ya que su insistencia en continuar la guerra hasta que hubiese estallado la mundial nos hubiese llevado al desastre demográfico. Y de la debacle física y económica del país, ni les cuento. Imagínense que la ridícula pretensión de que habríamos sido salvados en caso de adelantarse el horrible conflicto mundial, habría sencillamente topado con el sorprendente pacto Ribbentrop-Molotov, por lo que hasta junio de 1941 no hubiera habido ruptura entre dos breves aliados que no se habrían arriesgado a quebrarlo sólo por nosotros. Dos añitos más de guerra a solas. Por no hablar de la fulgurante ocupación de Francia por los alemanes, que en seis semanas machacaron al, en teoría, primer ejército de tierra de Europa. Las fronteras con un país ocupado por Hitler a partir del verano de 1940 no hubieran cuadrado con las alucinaciones negrinistas ni por asomo.

Por todo ello, de entrada, el lector tiene derecho a usar su tiempo en textos más mollares y obviar la catarata de números del último y militante libro del profesor Viñas, pese a cifras y datos de los que quiera deducirse el referido alejamiento de Stalin de nuestra deriva política, sobre todo conforme el Frente Popular iba perdiendo la guerra y se veía que la inversión española no era tan rentable como parecía en principio. Aunque no estaba mal el indudable beneficio áureo.

Uno tiene derecho a esa inopia numérica sobre los envíos soviéticos a España, porque más allá de las cifras no ignora las directrices de la III Internacional en 1935 con la creación de los frentes populares como vía pacífica de dinamitar la democracia liberal creando lo que llamaban —y nuestro PCE llamó— “repúblicas de nuevo tipo”, que no eran sino escalonamientos en la toma del poder, forzándose en principio a compartirlo con partidos simpatizantes, verdaderos compañeros de viaje en la marcha hacia la sociedad socialista, camino de la comunista. Por si Viñas no lo sabe —seguro que sí—, aquellas repúblicas de nuevo tipo que nuestro partido comunista pretendió aquí hacia la mitad de la guerra, florecieron lozanas como zarzales en los países que los soviéticos ocuparon al final de la II Guerra Mundial. Y ahí quedó bien claro lo que eran aquellas alianzas con partidos amigos, y sobre todo el filantrópico desinterés de Stalin por la deriva de los países donde los comunistas llevaban la batuta. Porque es bueno saber que en nombre del internacionalismo proletario las naciones que lo han predicado han sido y son paradójicamente las más nacionalistas y expansionistas de todas. La cosa, recuérdese, comienza en España, donde los llamados asesores soviéticos interferían y decidían a niveles incomparablemente superiores a lo que alemanes e italianos influían en el bando nacional. La guerra fría nos dio también una muestra del internacionalismo proletario ruso, que controló e invadió varias veces a los países de su corral que intentaban sacar los pies del plato. Y a las tres pequeñas repúblicas bálticas, ni eso; las fagocitó a secas. Incluso piénsese en China, con conflictos fronterizos que tuvo con la URSS y hoy tiene con toda su periferia, en especial por cuestiones de jurisdicción marítima.

Por eso, malgré Viñas y sus elucubraciones, es preciso insistir en que Negrín fue un gobernante todo lo letal que le permitieron las circunstancias y la deriva de la guerra. Y qué decir sobre el padrecito Stalin. Lo que hubiera dado por esta cabeza de puente controlando el Mediterráneo por el oeste. Pero careció de aliados organizados y eficaces, y lo que es quizá más importante, de una poderosa flota que hubiera embridado a los italianos por estas latitudes. Porque ganas, y Viñas puede cantar misa, seguro que no le faltaban.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar