Por una revolución democrática en Europa (II)

A la búsqueda de un líder

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Todo cambio profundo y significativo necesita un líder. Y ese líder ha de tener dos condiciones sustanciales: conectar con el alma del pueblo y ponerse al servicio de éste, nunca de su ego. La historia nos ha demostrado una y otra vez que aquellos que buscan su propia gloria tienden a llevar a las naciones al fracaso o al error, del mismo modo que los que no saben retirarse a tiempo una vez cumplido el papel histórico que estuvieron llamados a realizar. Grandes hombres como Napoleón se acercaron al patetismo en sus últimas andanzas, o el propio Churchill perdió las elecciones una vez ganada la segunda guerra mundial.

En todo caso el líder que necesita Europa en la actualidad debe reunir unas características especiales porque la situación es tremendamente grave desde el punto de vista político, económico, cultural y social.
No quiero insistir más en la idea de que el “quintacolumnismo” que forman y formarán la alianza entre los que nos desean suplantar y la progresía anti-occidental (no confundir con la izquierda leal) va a hacer lo imposible para llevar nuestra civilización a su derrumbe. Su dictadura de hierro se enmarca en el ámbito del “buenismo” y de lo “políticamente correcto”, conceptos que esconden la perseverante y atenazadora idea de impedir por cualquier modo y método que la tradición y la identidad cultural europea se sostenga en pie. Harán cualquier cosa, incluido el cambio en las constituciones nacionales para que su deseo no encuentre ningún tipo de obstáculo. En pro de la convivencia y la libertad atacarán las raíces de nuestra sociedad hasta que no haya individuo debilitado y sometido a sus intenciones.
Por tanto ante tal fechoría histórica, patrocinada fundamentalmente, aunque no de forma exclusiva, por la socialdemocracia occidental es necesario que surja un líder con la suficiente capacidad para confrontarlos sin fisuras. Estas a mi modo de ver son las características de personalidad y las convicciones íntimas que debería sustentar:
·         Preferiblemente debería ser un hombre o mujer de entre 30 y 40 años. La juventud es una marca de nuestro tiempo.
·         Convicciones de acero y carácter condescendiente.
·         Inteligencia y astucia suficiente como para amoldarse al sistema en un principio. Levantar sospechas inmediatas sería tanto como aceptar quedar ahogado por la mayoría de medios de comunicación dominados por el relativismo.
·         Autoconfianza y autoestima elevadas, pero sin actitudes arrogantes ni soberbias.
·         Ideología humanitaria. Debe escucharse a sí mismo, si su motivación fundamental es el odio es preferible que desista. El odio solo moviliza a psicópatas capacitados para liderar pero que llevan a la destrucción, al horror y al fracaso a sus naciones (Stalin y Hitler son claros ejemplos de ello).
·         Su humanismo no debe estar reñido con la fuerza y la capacidad para tomar decisiones duras, difíciles y contrarias al espíritu del tiempo de decadencia que debe suplir.
·         Debería poseer una alta formación cultural, y por supuesto estar ducho en historia y psicología social.
·         Debe ofrecer una imagen de fortaleza física, preferiblemente atlética.
·         Es necesario que tenga gran capacidad de comunicación con las masas.
·         Debería tener una auténtica actitud integradora no juzgando jamás a priori a nadie ni a ningún grupo ni por la raza, ni el género, ni el origen, ni la religión ni la condición sexual. La regeneración de una sociedad se realiza sumando a todos aquellos que quieren participar en ello, sean como sean, y enfrentándose democráticamente pero con dureza a todos aquellos que, sean como sean, se oponen.
·         Debe sentir desde una posición casi espiritual que está llamado a ello. Y debe tener conciencia de que esa llamada no está relacionada con un trastorno narcisista, psicopático o psicótico, porque sino mal vamos.
·         Es imprescindible que conecte con el “alma del pueblo” y no con la del sector de las élites progresistas que con la excusa de la pedagogía y la ingeniería social solo obtienen prebendas del continuo deterioro y succión parasitaria que realizan de todos los sectores de la población.
·         Junto con el pueblo, la auténtica aristocracia, el mundo intelectual no decadente, el ejército y las burguesías empresariales deben ser sus auténticos aliados, así como los representantes de las tradiciones religiosas y espirituales autóctonas. Con estos sectores debe empatizar desde una profunda verdad interior, no es cuestión de utilizarlos sino de hacerlos partícipes de la regeneración.
·         No debe alejarse de la democracia auténtica, que es aquella que permite al pueblo dirigir su destino a través de sus líderes. El compadreo de intereses en que se ha convertido hoy este sistema político no sirve más que a aquellos que viven de él.
·         Tendrá que poseer, al principio, una enorme paciencia para poder soportar todos los intereses creados por algunos de los politiquitos y sus cortesanos mientras percibe el sufrimiento y dificultades de parte de la población de cualquier sector social.
·         Y en definitiva deberá poseer un auténtico, noble, apasionado y real amor por su país, por su cultura, sus tradiciones y sus gentes.
 
Y sobre todo, atrevimiento, y la convicción serena de que cuando uno conecta con la esencia de las cosas, con el espíritu y con la verdad (es decir con sus axiomas universales) no hay nada que pueda pararlo.
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