Una de las ventajas de las butacas de los teatros es que, cuando están levantadas y se está celebrando un acto oficial, uno puede reclinarse en ellas mientras suena el himno del bantustán correspondiente. Hasta fechas muy recientes no he descubierto yo esas ventajas, que además facilitan, con gran economía de movimientos, pasar a la posición erguida en cuanto suena el himno nacional. Hablo, claro está, de bantustanes en los que el himno nacional se sigue interpretando. En uno de en los que ahora se prescinde impunemente de éste, el catalán, se celebraba un acto público en tiempos de la primera Dictadura, y las autoridades mancomunitarias le tocaron al Dictador Els segadors, que era como tocarle las narices, y el Dictador, que se llamaba don Miguel, aprovechó la circunstancia para tomar asiento y descansar de los ajetreos de la jornada.
Yo pienso que la mayoría de los españoles piensan del presente Estado de los Bantustanes más o menos lo que don Miguel Primo de Rivera pensaba de