Luces rosas en California

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California dreamin´… En ese sueño californiano de flores y amor libre se incubó en parte la actual ideología que tiene en la deconstrucción del sexo uno de sus puntales. Por eso no extraña que haya sido este uno de los primeros estados de USA (Massachussets se adelantó en el 2004) en dar luz verde al llamado matrimonio homosexual. Así lo ha hecho su tribunal supremo, alegando que no debe haber en el matrimonio discriminación de género. Se equivocan: el propio concepto de matrimonio implica esa discriminación, como el círculo la de redondez. Una pareja homosexual puede, por supuesto, escenificar una jácara en que se parodien los ritos nupciales y en que alguien les declare marido y marido. Puede que incluso lleguen a creérselo. Pero nunca serán un matrimonio. Otra cosa es que un Estado se preste a actuar como empresario de variedades y ampare bajo su derecho tales imposturas. Eso es hacer chacota de un bien primordial para la sociedad a la que se supone que sirve. Ese Estado no nos hace falta. Está sobrando.
 
La experiencia española demuestra que no son muchos los homosexuales que piensan en el matrimonio como un objetivo, en un contexto en que las uniones de hecho han adquirido su pleno reconocimiento legal. Por su parte se trata, sencillamente, de convencerse a sí mismos y a los demás de que no son diferentes, de que no hay diferencia entre lo suyo y el amor de dos cónyuges. Es otro brote de ese “tú no eres mejor que yo” en que C. S. Lewis cifraba el espíritu de su tiempo y del inmediato futuro. Se expiden licencias de matrimonio como títulos de graduado en Educación Secundaria, a quien sea y como sea. Del resultado, para qué hablar más.
 

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