Cuando el pacifismo es culpable

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A dos años del atentado contra las torres gemelas, proclamaba El Roto en su viñeta: “Hoy, todos somos neoyorquinos”. Y apostillaba otro monigote: “pero no iremos a la guerra”. Aludía, claro, a la de Irak, discutible y discutida. Pero la frase me parece una suma perfecta de las actitudes de los europeos de hoy ante todo aquello que les amenaza colectivamente. Y un resumen de lo que deben evitar a toda costa si quieren sobrevivir. Otro español ha muerto en una de las misiones que nuestro Ejército lleva a cabo en diversas zonas de conflicto. Y esta vez, al tratarse de un accidente de tráfico, el Gobierno español lo tendrá más fácil en su afán de ocultar para qué sirve un ejército. Quizá se evite incluso la polémica de las medallas...

Porque el Gobierno español no sólo ha avalado la postura (por así decirlo) del Roto, sino que se ha erigido en su mejor valedor, teórico y práctico; más aún, debe su acceso al poder a esa mezcla de solidaridad lacrimosa y sentimentalismo pacifista. Y a ella debe también las rentas que le han permitido alargar hasta lo inconcebible su famoso proceso de paz. Hoy todos somos neoyorquinos, o madrileños, o del PP (¿recuerdan a un tal Miguel Ángel?)… pero no iremos a la guerra. 

Pues no. O estamos o no estamos. Es falsa esa solidaridad que no se compromete hasta la sangre. No estar dispuesto a utilizar la violencia contra el agresor es, en realidad, situarse contra el agredido. Es cierto que, ante una acción armada, no cuenta sólo la política, y en este sentido los moralistas de todos los tiempos, sobre todo de los tiempos cristianos, han colocado sólidos valladares para evitar que el gobernante se tome la guerra a la ligera, incluso cuando podría beneficiar a su pueblo. Pero atrincherarse en el pacifismo a ultranza o camuflarlo bajo el socorrido diálogo puede no estar exento, tampoco, de culpabilidad. 

Y estoy hablando, claro, de conflictos bélicos, contra enemigos (hostes). Si nos referimos a la lucha contra simples criminales, todo pacifismo o actitud dialogante es, ya sin paliativos, culpable.

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