El polimaníaco Primer Magistrado, dictador protagonista de la novela El recurso del método (Alejo Carpentier, 1974), afirma cachazudo y soberbio tras leer unos párrafos de El Capital, referidos al cálculo de producción de plusvalía: “¡A mí no se me tumba con fórmulas!”. Lo mismo deben de pensar la dinastía de los Castro, Canel y demás sátrapas cubanos sobre el enorme éxito de Patria y vida, lanzada en internet el pasado 16 de febrero: “A nosotros no se nos tumba con una canción”. Están convencidos de ello, como de tantas otras cosas.
El recurso del método consolidó el realismo mágico suramericano como tendencia narrativa y, por supuesto, la presunción de su autor como uno de los gigantes de la literatura española en el siglo XX. Carpentier insiste en la figura del déspota caribeño proclamado rector omnímodo de los destinos de su patria, doctrinalmente equipado con una mixtura artesanal y vernácula de principios jacobinos, católico-integristas, maquiavélicos y austrohúngaros, esto último en lo que tocaba a su concepción providencial y mausoleica del poder. Es el mismo esquema que siguieron Augusto Roa Bastos en su Yo el Supremo y Gabriel García Márquez en El otoño del Patriarca (1).
Las “novelas de dictador” tenían el supuesto valor añadido de estar argumentadas desde una concepción discretamente leninista sobre la realidad latinoamericana.
Las “novelas de dictador” tenían, además, el supuesto valor añadido de estar argumentadas desde una concepción discretamente leninista sobre la realidad latinoamericana. Para Carpentier —no digamos García Márquez—, los únicos dictadores posibles en sus coordenadas histórico/geográficas eran militares represores, ultraconservadores en lo político y desalmados en cuanto a los derechos sociales de sus afligidos pueblos. No ignoro ni niego que durante unas cuantas décadas —mucho después de los primeros regímenes dictatoriales en la región, netamente criollos—, los dictadores suramericanos provenían por unanimidad del mismo tarro; pero esa evidencia no valida, ni por lo remoto, la absoluta despreocupación que las mayorías progresistas del mundo han mostrado durante el último medio siglo por las auténticas dictaduras del continente: las sedicentes “revolucionarias”, “socialistas” y nacionalistas al estilo brutal de “Patria o Muerte” y perdón por la redundancia. Sin pretenderlo, como es natural, sin sospechar siquiera el desenfoque con que la historia maltrataría a sus novelas, Carpentier, Roa Bastos y García Márquez escribieron —argumentaron— el perfecto esquema del dictador real y actual en suramérica. El Primer Magistrado, el Supremo, el Patriarca, se llaman hoy Castro, Canel, Ortega, Maduro, Morales… Una estereotipada sucesión de caudillos populistas, camuflados bajo la bandera del progreso y la justicia, que han convertido sus países en penosos reductos de opresión, ignominia y miseria.
Cierto que una canción no tumba un régimen. Pero una canción abre la puerta y despierta el alma de quienes nunca estuvieron invitados ni al progreso ni a la justicia. Y son muchos. Cuando pidió tregua al régimen castrista en favor de los represaliados del Movimiento San Isidro, a Yotuel Romero, uno de los autores de Patria y Vida, le dijeron que si no hubiese sido por la revolución sería un “negro limpiabotas”. Y del completo grupo de cantantes reunidos para grabar este tema, ha dicho el diario oficial del Partido Comunista cubano que son “negros jineteros”. Hay que reconocer a la dictadura una insólita virtud: aún no está contaminada por la cursilería del pensamiento políticamente correcto; es difícil concentrar tanto odio, tanto racismo y machismo en tan solo dos palabras. Dos palabras que, por otra parte, definen a la perfección la índole de aquellas gentes del poder en medio del Caribe: más groseros y más rabiosos, imposible.
Una estereotipada sucesión de caudillos populistas, camuflados bajo la bandera del progreso y la justicia
No, una canción no tumba un régimen, mas no será tan inofensiva, cosa inane de “negros jineteros”, cuando el gobierno saboteó internet en Cuba para que la gente, en las plazas-wifi, no escuchara ni viese a los cantantes; y cuando todos los medios oficiales y afectos a la dictadura se han lanzado a degüello contra los autores en el exterior —Yotuel Romero, Gente de Zona, Descemer Bueno—, y han decretado el ostracismo, el repudio y la muerte civil —de momento sólo civil— de los cantantes activistas por los derechos humanos que residen en la isla, Mykel Osorbo y El Funky. No será tan inocua para los intereses de la tiranía cuando las fuerzas vivas del régimen han respondido de inmediato con otra composición musical, encargada con prisas a un músico abrevado y resuelta con tremenda torpeza, una chapuza de magnitud sonrojante.
Patria y Vida no tumbará el régimen de los Castro. Pero no tengan duda de que, cuando la dictadura caiga, esa canción estará en los labios de todo un pueblo y en el corazón de todos los demócratas del mundo.
A todo esto, qué mal está envejeciendo Carpentier…
(1) Curiosamente, la historiografía contemporánea de la literatura y en este caso la narrativa excluye de la subdivisión “novela de dictadores” a obras como la magistral “El señor presidente”, de Miguel Ángel Asturias, y “Oficio de difuntos”, de Arturo Uslar Pietri. Seguramente porque su desarrollo argumental e intención discursiva no coinciden a satisfacción con el alcance que la crítica de siempre ha señalado como valores comunes, muy meritorios, en las obras de Carpentier, García Márquez y Roa Bastos.
© Posmodernia
Patria y Vida
Gente De Zona, Yotuel Romero...
Y eres tú mi canto de sirena
Porque con tu voz se van mis penas
Y este sentimiento ya está añejo
Tú me dueles tanto aunque estés lejos
Hoy yo te invito a caminar por mis solares
Pa' demostrarte de que sirven tus ideales
Somos humanos aunque no pensemos iguales
No nos tratemos ni dañemos como animales
Esta es mi forma de decírtelo
Llora mi pueblo y siento yo su voz
Tu cinco nueve yo, doble dos
Sesenta años trancado el dominó
Bombo y platillo a los quinientos de la Habana
Mientras en casa en las cazuelas ya no tienen jama
¿Qué celebramos si la gente anda deprisa?
Cambiando al Che Guevara y a Martí por la divisa
Todo ha cambiado ya no es lo mismo
Entre tú y yo hay un abismo
Publicidad de un paraíso en Varadero
Mientras las madres lloran por sus hijos que se fueron
tu cinco nueve, yo, doble dos
(Ya se acabó) sesenta años trancado el dominó, mira
(Se acabó) tu cinco nueve, yo, doble dos
(Ya se acabó) sesenta años trancando el dominó
Somos artistas, somos sensibilidad
La historia verdadera, no la mal contada
Somos la dignidad de un pueblo entero pisoteada
A punta de pistola y de palabras que aún son nada
No más mentiras
Mi pueblo pide libertad, no más doctrinas
Ya no gritemos patria o muerte sino patria y vida
Y empezar a construir lo que soñamos
Lo que destruyeron con sus manos
Que no siga corriendo la sangre
Por querer pensar diferente
¿Quién le dijo que Cuba es de ustedes?
Si mi Cuba es de toda mi gente
ya se venció tu tiempo, se rompió el silencio
(Ya se acabó) ya se acabó la risa y el llanto ya está corriendo
(Se acabó) y no tenemos miedo, se acabó el engaño
(Ya se acabó) son sesenta y dos haciendo daño
Allí vivimos con la incertidumbre del pasado, plantado
Quince amigos puestos, listos pa' morirnos
Izamos la bandera todavía la represión del régimen al día
Anamel y Ramón firme con su poesía
Omara Ruiz Urquiola dándonos aliento, de vida
Rompieron nuestra puerta, violaron nuestro templo
Y el mundo 'tá consciente
De que el movimiento San Isidro continua, puesto
Seguimos en las mismas, la seguridad metiendo prisma
Esas cosas a mí como me indignan, se acabó el enigma
Ya sa' tu revolución maligna, soy Funky style, aquí tienes mi firma
Ya ustedes están sobrando, ya no le queda nada, ya se van bajando
El pueblo se cansó de estar aguantando
Un nuevo amanecer estamos esperando
Se acabó, tu cinco nueve, yo, doble dos
Ya se acabó, sesenta años trancado el dominó, mira
Se acabó, tu cinco nueve, yo, doble dos
Ya se acabó, sesenta año trancando el dominó
Patria y vida
Patria y vida
Patria y vida
Sesenta años trancado el dominó.
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