No tardé en darme cuenta de que el ballet clásico acabará por perderse, víctima de su gracia, de su perfección, de su femineidad, virtudes aristocráticas incompatibles con el hembrismo dominante.
Es la noche más larga y el día más corto. Es la promesa de renovación. Es la fiesta de clanes y linajes. Es la Navidad, con sus costumbres, sus creencias. Sus recuerdos. Su belleza.
No nos lo acabamos de creer, pero estamos en una situación revolucionaria. La Constitución es un papel mojado que la gente pisotea en la calle. A eso se le llama revolución. Bienvenida sea.