Alguien tendrá que recordar a la gente que ese manjar que tanto nos pregonan a través de sus infinitos medios de adoctrinamiento es un murciélago muerto flotando en agua sucia. Más vale que no nos lo traguemos.
Europa y la Unión Europea, lejos de ser conceptos equivalentes, consanguíneos o complementarios, son tan incompatibles entre sí como el agua y el aceite.
Los toros son un escándalo, conviene reconocerlo y hasta celebrarlo. Un escándalo porque exponen la muerte. O porque la subliman desde la estética y el arrojo. Los toros son un escándalo porque reivindican la liturgia y el rito en una sociedad enfermizamente secularizada.