Estocada a volapíé

Compartir en:

Llámase volapié, o vuela pies, a la suerte suprema inventada para dar muerte a los toros aplomados, que no se arrancan. A los mansos redomaos. A aquellos que, no haciendo honor al linaje de su casta, se aculan en tablas. Animales huidizos. Cobardes.

Lástima que el símil a tal condición la encontremos, ya por normal general, en el hemiciclo de la vergüenza en que se ha convertido el Congreso. Como un cobarde, con tal de salvaguardar su trono, el presidente felón y sus sociolistos prefieren la traición a echarse a un lado. No una traición de treinta monedas de plata, no. Una traición a más de diez millones de españoles, sin incluir a aquellos socialistas que estos días  sentirán su confianza hecha añicos al encomendar su voto a semejante actor de esperpento.

Ante la cobardía y la traición, ¿qué proceder hemos de tomar? La respuesta es sencilla: la estocada limpia, la del valor, aquella en que la vida pende de un delgado hilo al arrojarse entre los pitones del separatismo y el terrorismo que, bajo la divisa roja y morada, intenta defenderse en tablas. En otras palabras, Tizona afilada y estocada a vuela pies, suerte que, casualmente, inventó Joaquín Rodríguez Costillares (1748-1800), uno de los fundadores del toreo moderno cuyo apelativo respetuosamente tomó un servidor para firmar estas líneas. Así reza una copla popular:

Mas vino a fin Costillares
y trajo la nueva suerte
que volapié han llamado.

Ya no sirve torear, ni siquiera embestir. Lo que queda es el momento supremo, el que todo decide, el momento de la verdad sólo reservado a los valientes. España bien vale una buena estocada.

 

 

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar