Una de las verónicas de Morante en Sevilla

Aquel terremoto de Morante en Sevilla

Afortunado mortal, presente en La Maestranza sevillana el 26 de abril de este año, Philippe Gibelin evoca dos cosas: lo que pasó en la histórica faena de Morante de la Puebla, y lo que se juega en las entrañas del toreo, nuestro grandioso arte nacional.

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Sevilla, 26 de abril de 2023, las ocho de la tarde en la Real Plaza de la Maestranza, bajo un calor abrasador, el toro acaba de ser fulminado por un rayo en una estocada realizada "a ley", según los cánones prescritos.

La plaza no era más que un inmenso vuelo de pañuelos blancos que se agitaban para reclamar al menos una oreja que premiara la extraordinaria faena de Morante de la Puebla, que había dado una lección de absoluta torería.

La Presidencia concedió no sólo una oreja, ¡sino dos y el rabo! ¡El primer rabo cortado en Sevilla desde hacía más de 52 años!

Pero retrocedamos 48 horas antes.

 Sevilla, 24 de abril de 2023, se sienten los primeros temblores del terremoto: Morante de la Puebla, ante los morlacos de García Jiménez, muestra toda su clase, toda su torería. Luciendo un terno y una montera inspirados en los trajes del siglo XVIII, parece la reencarnación de Costillares o de Pepe Hillo, fundadores del toreo moderno. En su forma de andar, de moverse en el ruedo, encarna el torero eterno, el de la literatura, del arte, del valor,

El semidiós que se enfrenta a la muerte para crear belleza y revelar todo lo trágico y sublime de la existencia

el semidiós que se enfrenta a la muerte para crear belleza y revelar todo lo trágico y sublime de la existencia.

Comienza su faena sin desmonterarse, tocado con la montera como solían hacer los antiguos toreros, mientras daba suaves y templados ayudados por alto. Manteniéndose en los mismos terrenos, siguió ligando naturales excepcionalmente largos (¡la ligazón!, ligar, templar y mandar: ahí está todo). Gracias a un extraordinario juego de muñeca, dibuja pases que dejan traslucir su alma artística. La inspiración que mueve al gran maestro de Puebla del Río demuestra que, como Picasso, lleva toda la vida toreando como un niño.

"El genial anticuario de la torería" (así lo llamó el cronista del ABC) desempolva el repertorio de ligados pases. Y todo ello con pasión y espontaneidad. El resultado no se hizo esperar: su compañero de cartel, Emilio de Justo, se puso a su altura y cortó dos orejas a su segundo toro en una faena llena también de profundidad y arte sevillano.

Durante dos días, la ciudad bulló con comentarios sobre esta corrida: algunos se escandalizaron de que Morante sólo consiguiera una oreja de su segundo toro y criticaron al presidente, pero todos esperaban la corrida del 26 de abril,

Morante de la Puebla encarna la tradición según la definición que de ella da Dominique Venner: "La tradición es una elección, un susurro de los tiempos antiguos y del futuro. Me dice quién soy. Me dice que nací en algún lugar". Permite al pueblo español redescubrir la fuente momentáneamente oculta de sus raíces, de su memoria, de su propio ser. Por término medio, hay unos 10.000 espectadores para ver una corrida de Morante. Y con las cien corridas que toreó el año pasado, un millón de aficionados pudieron admirarle en todas las plazas de España y ante toda clase de toros.

Morante se ha convertido en un mito. Lo es en el sentido en que lo define Giorgio Locchi: "La naturaleza del mito es entrar en la historia creándose a sí mismo, es decir, creando y organizando sus propios elementos. El mito es esa fuerza histórica que da vida a una comunidad, la organiza, la lanza hacia su destino. El mito es ante todo un sentimiento del mundo; pero un sentimiento compartido del mundo y, como tal, es y crea objetivamente el vínculo social a la vez que la norma comunitaria. Estructura la comunidad, le da su estilo de vida, estructurando asimismo las personalidades individuales".

 El 26 de abril, hacia las 6 de la tarde, había que ver cómo la plaza de toros se llenaba de una densa multitud formada por jóvenes y mayores, casi todos vestidos con camisa, chaqueta y corbata los hombres, y con vestidos sevillanos o conjuntos elegantes las mujeres, ¡y ello, a pesar de que la temperatura era de 40°! Todos se hacían selfies, felices de estar allí, de participar en un evento que tiene sentido, sobre todo después del periodo de reclusión y pérdida de puntos de referencia y contactos que representó el Covid.

Sevilla, 26 de abril, 19:30 h., “Ligerito” salta al ruedo con —como los de su sangre— belleza y clase (los toros de lidia tienen todos nombre y se conoce su genealogía desde hace más de treinta generaciones).

Era “Ligerito” el elegido para esta comunión pagana que empezó con una serie de verónicas

Era “Ligerito” el elegido para esta comunión pagana que empezó con una serie de verónicas llenas de la plasticidad de un Velázquez, el ritmo de un Bécquer, el estilo de Sevilla y un duende, un sentimiento, una inspiración, sumamente personales que hicieron que a las verónicas se sumaran maravillosos faroles invertidos y y tafalleras (con el capote citando de frente y poniéndolo, al embestir el toro, del revés). ¿No lo entiendes todo? No importa, ¡siente tan sólo que es arte, belleza, vida!

La faena fue sublime y, como decían los periódicos, tres siglos de toros quedaron resumidos y sublimados en una faena cumbre. Aquel toro merecía la vida, el indulto. Pero también merecía la muerte para que su nombre quedara definitivamente ligado en la historia y en la eternidad al dios pagano del toreo.

Preguntaron a Morante si se daba cuenta de que dentro de doscientos años aún se hablaría de esta faena, a lo que respondió, esbozando una sonrisa, que él ya no estaría.

Mientras salía de La Maestranza, Morante entregó el rabo del toro a Rafael de Paula, ese gran torero-artista del siglo pasado, al tiempo que daba uno de sus capotes a uno de los dos algualicillos, que, montados a caballo, empenachados y vestidos a la antigua usanza, cumplen escasas aunque muy rituales funciones. El maestro Morante se había enterado de que el hijo de aquel alguacilillo, aspirante a novillero, pronto iba a torear, con lo cual podría usar aquel capote. Así es como se unen pasado, presente, futuro, transmisión y tradición. ¡Todo está dicho!

La salida de Morante por la Puerta del Príncipe se realizó a hombros, llevado en triunfo por todo un pueblo que bajó de las gradas: tanto las de sombra como las de sol, tanto hombres, como mujeres y niños, no para pavonearse sino para expresar, al grito de ¡To-re-ro, To-re-ro, To-re-ro!,

Un fervor y un respeto similares a los que acompañan a los Pasos de Semana Santa

un fervor y un respeto similares a los que acompañan a los Pasos de Semana Santa.

¿Triunfará Morante en Nimes a finales de mayo, o en Madrid en junio? Nadie lo sabe, porque el toreo nos recuerda el sentido trágico de la vida. Hoy se triunfa sobre la muerte, pero mañana otro toro saldrá de chiqueros y de nuevo se lanzará, repitiéndose una y mil veces, cual mito de Sísifo, el mismo reto de siempre.

Quienes puedan, no duden en ir a la plaza a ver a Morante y a los demás. ¡Lo que ahí les aguarda es una enorme lección de vida!

 

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La gran faena de Morante de la Puebla

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