Carta del director

ZP y las lentejas de Mohamed

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He encontrado al Fumador más gordo, más relajado. Para empezar, ya no fuma: “A los cincuenta es bueno dejarlo”, dice. Pero su aire de súbita laxitud no se debe al abandono del tabaco, sino a que ha cambiado de oficio: “Ya no sé nada de ETA. Rectifico: ya a nadie le importa lo que yo pueda saber de ETA. Hasta la próxima vez, supongo”. De manera que le han dado boleto: un despido camuflado de jubilación de lujo. Ahora se gana la vida como consultor, me dice. ¿Consultor? “Es fácil: hay gente que paga por saber lo que yo sé, gente que paga para que nadie sepa lo que sé, incluso gente que paga para no enterarse de lo que sé”. ¿Sobre ETA? “No, por Dios: sobre otras mil cosas. La información, después de todo, es un arte multidisciplinar. En Francia hubo una vez un tipo, Henry Coston, que logró sobrevivir a Vichy, a los alemanes, a la depuración, al gaullismo y hasta a lo de Argelia gracias a sus archivos. Lo sabía casi todo sobre casi todo, y sus enemigos nunca supieron qué era lo que no sabía. Voilà”.

Pregunto al Fumador por algo que me inquieta: ¿Por qué Zapatero insiste en ceder todo a Marruecos: el paso del gas, la soberanía del Sáhara, los caladeros, lo que se tercie? ¿Qué espera recibir a cambio? Noto que el Fumador flaquea: las aletas de la nariz se le mueven de manera espontánea, como dotadas de vida propia, en busca del humo de mi cigarrillo. Me dice: “Ya has visto lo de Llamazares, el otro día: que dice que Zapatero ha vendido el Sáhara por un plato de lentejas. Llamazares es un membrillo transido de dogmatismo, un sectario con ínfulas de redentor, pero ahí ha dado en el clavo, quizá sin proponérselo. Veamos: ¿Dónde están las lentejas? Ahí tenemos la clave del asunto. Los de la órbita gubernamental, que nunca sabes si te toman por tonto o es que ellos son así, dan una sola respuesta: se trata de hacer gestos de buena voluntad para cimentar una alianza sólida, compartir políticas para combatir juntos al terrorismo salafista, dar facilidades económicas para disminuir el ritmo de la inmigración, coordinar esfuerzos para una integración más armónica del mercado marroquí en la Unión Europea… Pura vulgata de la alianza de civilizaciones, vamos. Ahora bien, eso es tanto como dar por supuesto lo siguiente: que un país poco amistoso, rival declarado desde los tiempos de la Marcha Verde hasta la bravuconada de Perejil, va a cambiar de posición por un guiño y dos carantoñas. Sería muy raro. Ahora bien, hay otra cosa que conviene tener en cuenta: Marruecos despliega una política poco amistosa hacia España, pero eso no significa que sea hostil a los políticos españoles. Casi todos los países musulmanes aplican ese principio a sus relaciones con Occidente. Europa está llena de financieros, tiburones mediáticos, políticos de nivel o industriales que periódicamente hacen su agosto en esos países. No te digo que ese sea el caso de Zapatero; sólo te digo lo que hay. Y también te digo que sería insólito que los mandamases de España estuvieran al margen del tráfico. Pero no me hagas demasiado caso. Estoy viejo y sólo digo inconveniencias. Lárgate antes de que me den ganas de pedirte un cigarrillo”.

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