A los blancos: meses y semanas de cárcel por opinar contra la invasión migratoria. Al de color, horas de "trabajo comunitario" por violar a una niña de 12 años

A vueltas con la revuelta y la represión en el Reino Unido

Lo más importante que ha pasado

Y lo más importante —dice Esparza en este artículo de ‘La Gaceta’— son dos cosas: la extraordinaria reacción de los blancos de Gran Bretaña y el que las caretas hayan caído sin remisión por lo que hace a la oligarquía liberal que aún las mantiene, es cierto, pero sujetándolas con sus armas.

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Lo más importante que ha pasado en Europa en el último mes es que el premier del Reino Unido de la Gran Bretaña, el aséptico y al parecer eficiente Starmer, ha señalado con el dedo a su propio pueblo para que otras gentes venidas de fuera lo apaleen. Esas otras gentes venidas de fuera son el nuevo pueblo británico. Si no te gusta tu pueblo, invéntate otro.

Por si usted ha tenido una visión incompleta del asunto (cosa enteramente natural, dada la distorsión mediática del suceso), le resumo lo fundamental. Desde hace muchos años, el problema de la inmigración islámica en Gran Bretaña es un auténtico tabú social; tanto que cuando saltó el espantoso caso de las menores violadas de Rotherham, la policía, los medios y los políticos prefirieron encubrirlo por temor a irritar a la población musulmana. Desde entonces el problema no ha hecho otra cosa que crecer, sobre todo después de la insensata crisis migratoria estimulada por Bruselas (y Londres, y París, y Berlin…) en 2015. Las olas de los últimos años han traído tal cantidad de trastornos de todo género que la ira social ha acabado estallando, y así hemos visto masas de ciudadanos incendiando establecimientos destinados a acoger a inmigrantes ilegales. Cómo será de grave el caso, que los últimos gobiernos británicos han optado por suscribir un acuerdo con Ruanda para, previo pago, empaquetar hacia el país africano a los solicitantes de asilo rechazados, que son ya casi todos (por cierto que Starmer, aséptico, quizá no tan eficiente, dice que va a cancelar el cambalache).

En ese contexto explosivo (y es esencial dibujar el contexto para entender lo que ha pasado), un chaval de raza negra se lio a puñaladas en Southport y mató a tres niñas, además de herir a otras personas. De inmediato se extendió en redes sociales la noticia (objetivamente falsa)[1] de que el agresor había sido un «refugiado» musulmán. Acto seguido, diferentes agentes de la órbita identitaria convocaron a la población para movilizarse contra los inmigrantes musulmanes y, en efecto, hubo movilizaciones, aunque, hasta donde sabemos, incruentas. Ahora bien, fue entonces cuando el aséptico y al parecer eficiente Starmer incurrió en una irresponsabilidad mayúscula: denunciar a los que protestaban, acusarles de encender el odio y defender a los ofendidos (o sea, a los musulmanes), con lo cual éstos, hiperlegitimados, no tardaron ni un minuto en tomar las calles y manifestarse en hordas armadas asaltando comercios, destrozando el mobiliario público y apaleando a cuanto blanco se encontraban por el camino.

La policía británica, fiel a su fama, reprimió con dureza las manifestaciones de los identitarios, pero no así las de los musulmanes. Si usted ha seguido el asunto sólo por las cadenas de TV de la oligarquía, tal vez haya visto sólo el primero de estos fenómenos, es decir, las manifestaciones identitarias, y no el segundo, las protestas violentas de los musulmanes. Esto es porque estas últimas sólo han podido verse en cadenas de TV disidentes (El Toro, por ejemplo) y, sobre todo, en redes sociales, y en particular en Telegram y en X (antes Twitter). En las redes sí se podía ver todo, y por eso el patrón de X, Elon Musk, pudo decir que el Reino Unido estaba al borde de la guerra civil. Ahora bien, eso era justamente lo que menos quería escuchar el gobierno de Starmer y la mayoría mediática (valga la redundancia), que desde el principio se habían esforzado por mostrar los sucesos como un mero fenómeno de extremismo blanco vinculado a las fake news de la ultraderecha asociada con la permisividad intolerable de Musk.

En el momento de escribir estas líneas, la cosa está como sigue. El ya no tan aséptico, pero palmariamente eficiente Starmer ha anunciado medidas drásticas de control de cualquier expresión que pueda «incitar al odio» (es decir, al odio contra los inmigrantes, no al otro). En consonancia, los tribunales británicos, con sorprendente celeridad, condenaban a un tipo a tres años y dos meses de cárcel por incitar al odio (antimusulmán) en redes sociales, y a un niño de doce años (doce) por participar en las movilizaciones. El periódico The Guardian pide que Musk sea juzgado por los altercados de las islas y la alcaldesa de Derry, una señora de manifiesto origen africano que se llama Lilian Seenoi Barr, propone que cualquier crítica a la inmigración sea considerada como integración en grupo terrorista organizado. Nuestros medios oligárquicos, por su parte, han dedicado páginas y páginas a explicarnos cómo las redes sociales pueden ser malísimas si caen en las manos equivocadas, o sea, en otras que no sean las suyas, pero apenas ninguno se ha tomado la molestia de explicar cuál es el origen del polvorín británico con la inmigración y por qué bastó una chispa para que estallara.

Como por una macabra broma del destino, en el momento de cerrar estas líneas un ciudadano de identidad no revelada (ergo…) apuñalaba en el centro de Londres a dos mujeres. Seguramente The Guardian seguirá echándole la culpa a Musk, por haber exacerbado los ánimos, y tal vez (sólo tal vez) el ejemplo del pobre diablo condenado a tres años y pico de cárcel provoque que otros se inhiban a la hora de decir cualquier cosa. La consigna general es esta: prohibido decir que el modelo multicultural es una fuente infinita de conflictos. Pero aquí sí podemos decirlo. Esto es Gaceta. Y Gaceta es… un tercio español.

[1] Objetivamente falsa por tratarse de un refugiado o inmigrante de segunda generación. (N. de la Red.)

© La Gaceta de la Iberosfera

 


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