JOSÉ JAVIER ESPARZA
La negociación con ETA. Nos han tenido en vilo toda la legislatura con este asunto. El Gobierno se ha comprometido con el “proceso” hasta el punto de descalificar moral y políticamente a quienes desconfiaran de la negociación con ETA. Al final, los que desconfiaban tenía razón: la negociación se ha roto, ETA se ha rearmado, ha vuelto a atentar y además el Estado ha regalado a los terroristas presencia política. Que el PSOE se haya roto no es el menor de los males, pero tampoco el mayor. Fracaso.
La cosa catalana. Empezó siendo el asunto estrella del zapaterismo: nuevo estatuto de autonomía, de la mano de ERC; por el camino, Zapatero traicionó a ERC, pactó con Convergencia y, después, volvió a pactar con ERC. El Estatuto se aprobó en medio de la indiferencia de la población; aún tiene que pronunciarse el Tribunal Constitucional, y es dudoso que vaya a hacerlo antes de fin de año. ¿Y Cataluña? Catástrofe tras catástrofe, se ha convertido en la comunidad peor gobernada de España. Carod, eso sí, anuncia la independencia para 2014. Fracaso.
La política de inmigración. Otro asunto estrella de la “nueva España”, convertido en ruidosa plataforma demagógica. Había que regularizar a los ilegales, se decía. Balance: “efecto llamada”, afluencia de nuevos ilegales y cabreo morrocotudo en Europa, porque Zapatero ha abierto a los ilegales la puerta trasera del continente. Lo último: ZP confiesa al primer ministro francés, en privado, que está muy arrepentido de la regularización masiva. El francés va y lo casca, claro, y ahí ese ZP, patético, tratando de sacar la lengua del propio cepo. Fracaso.
La educación para la ciudadanía. Punta de lanza de la “reforma moral” zapateriana, ariete de una ley de educación no docente, sino ideológica hasta el sectarismo. Se ha llegado al extremo de que el Gobierno amenace con represalias a los centros y a las familias que pongan objeciones a esa asignatura. Al final, sordo cabreo ciudadano, objeciones de conciencia a mansalva y, gota última del vaso, una comunidad autónoma socialista (Castilla-La Mancha) que dice que no implantará la asignatura de momento, porque no lo ve claro. Fracaso.
Las misiones militares en el extranjero. “No a la guerra”, decían. Frente al mundo belicoso y áspero de Aznar, el país pacífico y blandito de ZP. Pero resulta que no, que los nuestros mueren lo mismo en Afganistán o en el Líbano. Con la diferencia de que, antes, sabíamos que eran soldados en zona de guerra, mientras que ahora pretenden, sinvergüenzas, hacernos creer que se trata de cooperantes en benéfica asistencia social. Duele la muerte, claro, pero duele mucho más el choteo. La gente ha terminado dándose cuenta, como era de esperar. ¿No a la guerra? Fracaso.
La irrelevancia exterior. “España ha vuelto a Europa”, nos dijeron, demagógicos, después del 14-M. Frente a la torva foto de las Azores, el radiante eje Madrid-Paris-Berlín. Pero en apenas tres años todo se ha ido a hacer gárgaras, y en el eje famoso no es que Madrid se haya caído, sino que ha salido propulsado hacia algún lugar perdido de la estratosfera. La última noticia es que se suspende la cumbre hispano-alemana porque no hay materias que tratar. Ya sólo nos hacen caso en La Habana y Caracas –y tampoco mucho. Fracaso.
La política de agua. Para solucionar la sequía, Zapatero suspendió el Plan Hidrológico de Aznar (recogido a su vez de Felipe) y lo reemplazó por un proyecto de construcción masiva de plantas desaladoras. Resultado: sigue faltando agua donde faltaba, sigue sobrando donde sobraba, las desaladoras no pitan y, además, ya todos sabemos que contaminan muchísimo. Ahora le echan la culpa al cambio climático, que es como perder un partido por 5-0 y echarle la culpa al estado del césped. Fracaso.
Lo de la Regás. Bonito episodio, porque la abuela de verano era la personificación del nuevo socialismo zapateriano: todas las izquierdas ibéricas, incluidas las más rancias y, por supuesto, las más sectarias, bajaban a la arena para echar una mano en el proyecto ZP. Pero, al final, si esa gente estaba fuera de la vida política no era por prurito moral propio, sino, sencillamente, porque eran auténticas calamidades con piernas, como ha demostrado el caso de Rosa Regás. ¿Izquierda-caviar? Fracaso.
Los “prestiges”. Porque aquí llegó esta gente denunciando la incuria del PP en materia ecológica (cosa en la que no faltaba razón al PSOE) y, además, montando en la calle un pollo fenomenal a cuenta del Prestige. Pero desde que ZP llegó al poder, las catástrofes ecológicas han seguido con su ritmo de siempre, con sus petroleros vaciando tripas en las aguas españolas y, además, con incendios voraces que han puesto de relieve lo mal que hacemos las cosas en España. ¿Ha habido una mejor política de medio ambiente con ZP? No, aunque ahora no haya habido nadie para echar el chapapote sobre la conciencia del público. Fracaso.
Lo económico. Que tenía que ser la tabla de salvación del zapaterismo. De hecho, hace tiempo que el Gobierno ha suspendido el discurso de la paz y otras monsergas y ha puesto todos los huevos en la cesta de la prosperidad, o sea, lo mismito que Aznar. Porque la economía iba bien. Pero en eso va la construcción y se ralentiza, y los tipos de interés suben, y suben las hipotecas, y a la gente le va costando ya pagar la mensualidad, y esto pinta negro. ¿Fracaso?
El antídoto: la cobertura mediática. Por supuesto, es muy posible que el español medio permanezca ajeno a todo esto. La tele, en general, cuenta otras cosas. Para eso dispone el zapaterismo de una cobertura mediática como ningún otro gobierno ha tenido desde los tiempos de Franco, al menos en el terreno audiovisual. Cuanto más se ennegrece la realidad, más piruetas vemos al otro lado de la pantalla. Todavía están por llegar cosas aún más asombrosas. La pregunta es hasta qué punto la gente considera que la tele es realmente algo de fiar.
¿Vaticinio? En condiciones normales, sólo dos cosas podrían hacer que la sociedad española quede ciega ante este paisaje. Una, que los voceros socialistas incrementen su carga de odio verbal –la Pepiño way- para que su electorado de 2004 vote con la bilis más que con la cabeza. Dos, que el PP siga metiendo la pata, de modo que el “indeciso” medio llegue a desconfiar de la capacidad de Rajoy para ser alternativa. Ambos fluidos –la bilis y la baba- corren ya por España con la violencia de un Orinoco. En realidad es eso lo que tanta pena da en “estepaís”.