El himno de Marta

"Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón / y no pido perdón."

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Con ella, curvilíneo, rubio y rojigualda, llegó el escándalo: Marta Sánchez tuvo el gesto iconoclasta, audacísimo e inaudito de cantar el himno nacional. Por supuesto, la reacción de los puritanos de siempre ha sido la de la censura, la de la condena implícita en declaraciones como que la patria no es el himno ni la bandera. Eso pontifican y anatemizan los mismos que hacen de la feísima tricolor una irrenunciable seña de identidad. Por su estética los conoceréis.

¡Claro que la patria está en los símbolos! ¿Por qué queman la bandera y silban el himno los cafres del separatismo? Desde Jung sabemos que el hombre es un animal simbólico, pero no nos hace falta la mucha ciencia del maestro de Bollingen para sentirlo, para intuirlo, para vivirlo. Precisamente porque odian la patria y porque creen que España la inventó Franco se aferran a la Constitución, a la democracia o, como aquel patético Borrell en la manifestación de Barcelona, a la malaje, burocrática e indiferente bandera de Uropa, la patria de los apátridas.

La fuerza de los símbolos es enorme, una verdadera liberación del átomo en materia política. Lo que les espantó a Carmen Calvo, a Iglesias y a todos los que han torcido el gesto inquisitorial de nuestra siniestra Sinistra es el sentimiento que suscita entre la gente de a pie, incluso entre sus votantes, la hermosa voz de una bella cantante dando vida a un triste himno al que ellos han dejado sin letra, sin lírica. La patria estaba muda y Marta le ha dado una voz, una calidez emocional, un sencillo empuje poético que puede entender todo hijo de vecino. Es un himno elemental que habla del amor a la patria, que como el amor por las madres no se discute, no se razona, no se explica.

Marta ha expresado algo que todos los hijos de esta insultada madre sentimos. Y eso molesta muchísimo a quienes durante cuarenta años no han querido que el amor por España tenga tono, vibrato, coloratura. El himno de Marta ilumina y da calor a algo que las izquierdas quieren mudo, apagado y tan frío como esa Uropa en la que se refugian. Porque, para Iglesias y para Calvo, España es una simple circunscripción administrativa, eso que todos sus enemigos llaman Estado español.

El himno español no tiene letra, pontifica la izquierda desde esa legalidad que le sirve para castrar el patriotismo y prohibir la expresión de todo aquello que no le gusta. Señores picapleitos: nos da igual. Cantaremos el himno de Marta les guste a ustedes o no, porque a la gente del común se nos eriza el vello al escuchar su letra, sencilla y cálida como una canción materna. ¿Qué van a hacer? ¿Nos lo van a prohibir? ¡Inténtelo!

Quédense ustedes con el himno mudo del Estado español. Nosotros, el pueblo, el común, cantaremos unidos el himno de Marta, el himno de España.

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