Acaba de aparecer un artículo de Fernando Paz en La Gaceta que no tiene desperdicio; se titula: “De Rusia a Letonia pasando por Suiza, los apoyos internacionales del procès” y recomiendo vivamente al lector que lo lea y se asombre. Yo todavía estoy con los ojos como platos, el alma en suspenso y el pasmo dibujado en el rostro. Los apoyos principales a los traidores de la Generalidad vienen de Bélgica, Dinamarca, Eslovenia y demás socios de la UE y de la OTAN. ¡Vivir para ver! ¿Para qué tenemos un Cuerpo Diplomático? ¿Para ir a las fiestas? ¿Para beber cócteles? Una administración regional ha sido mucho más eficaz en su campaña internacional que los carísimos funcionarios de Exteriores.
En los últimos tiempos se ha acusado a Rusia de estar detrás del procès, al igual que de influir en las elecciones americanas y francesas y, suponemos, de provocar los últimos huracanes y terremotos que han asolado nuestro planeta. La maldad de Putin sólo es comparable con la de Fumanchú, Lex Luthor y Yoko Ono. Un vocero del régimen, Esteban González Pons, acusó al omnipresente demonio del Kremlin de inspirar el procès, pero sin aducir pruebas; por supuesto, no hacen falta, todo el mundo sabe que Moscú anda tras todas las calamidades que nos azotan (por cierto, ¿y los incendios de Galicia?, ¿no estará la larga mano de la oprichnina moscovita detrás del genocidio del pino galaico?, ¿a qué espera González Pons para denunciar al ruso eucalipticida?). Con todo, la cosa tiene su lógica: España es el eslabón débil de la Alianza Atlántica y balcanizarla –porque, después de Cataluña, el País Vasco, Navarra y Baleares se lanzarían a la aventura del estadito propio– pondría en grave riesgo la estabilidad euromediterránea, ahora bajo la hegemonía de Washington. Sin embargo, no es así: al contrario, Moscú se ha mostrado muy respetuoso y considera esta farsa del procès como un asunto interno español del que espera una pronta y feliz solución. Su mejor aliada, la pequeña y valiente Serbia, víctima de Javier Solana y de nuestra diplomacia, es uno de los pocos países que se ha puesto decididamente del lado de Madrid, pese a todo el mal que les hemos hecho. ¿Cuándo responderá Solana de sus crímenes contra el pueblo serbio? ¿Ubi sunt los de la memoria histórica?
No, esta vez Rusia no es culpable, pese a lo que piensen los jerarcas del régimen. Nuestros enemigos son otros y, encima, se hallan bajo protección española. Sí, amigo lector, Estonia, Letonia y Lituania, a los que nuestro ejército protege con un carísimo despliegue de tanques Leopard que tú y yo, sufridos contribuyentes, pagamos, son los países que apoyan con mayor decisión a los separatistas catalanes y han otorgado apoyo oficial al procès. Tras esto, lo menos que podíamos hacer los españoles es retirar a nuestras tropas de esos países enemigos y recomendar a los rusos que intervengan a la chechena en las repúblicas bálticas. ¿Qué gobierno padecemos en España que defiende a semejante gentuza? ¿Qué aliados son estos que nos apuñalan por defenderlos? ¿Podemos aún ser más estúpidos? ¿De qué sirven nuestras embajadas en Tallin, Riga y Vilna?
Para colmo de males, el parlamento de Finlandia ha condenado la violencia policial española y se ha puesto del lado de los sediciosos. Los daneses, que son todos cinturón negro de progresismo, también simpatizan con las piaras de estelados. Y no hablemos de Bélgica, esa hija bastarda de España, cuyos flamencos se apuntan por poderes a la kermesse heroica catalana.
Mientras, nosotros amenazamos las fronteras de una Rusia que no nos ha hecho nada y que tiene sobrados motivos para darnos una dura retribución. De nuevo me pregunto: ¿qué coño hacemos en el Báltico sirviendo de cipayos a los señoritos escandinavos? Retiremos los tanques y que cada palo aguante su vela. Que los defienda Puigdemont.