De antemano vaya mi convencimiento, quizás un desesperado wishful thinking, de que no lo harán. Bien sea por pasteleo o por una intervención enérgica a última hora del Gobierno –esto ya rozaría un milagro de la Moreneta–, pero lo más probable es que por cuestiones financieras (la Generalidad es insolvente y sin el aval español nadie le prestará un dólar) los traidores reculen... A no ser que se imponga la CUP de la mano de Podemos, cuyas afinidades ideológicas coinciden en arrasar las economías de los países que rigen y a la que estos obstáculos favorecen; su objetivo es la destrucción del capitalismo, no lo olvidemos.
Pero supongamos que se van, que hacen repóker, que salen los tres limones de la tragaperras, que funciona el órdago a la grande, que su caballo cojo gana la carrera y que España les avala la secesión y les permite seguir en la UE y hasta deja que el FC Barcelona siga jugando en nuestra Liga y dirigiendo el Comité de Árbitros. ¿Qué hacer entonces?
Lo primero, derribar al gobierno de mangantes que haya permitido semejante bajada de pantalones. Cualquier medio será legítimo para acabar con ellos.
Lo segundo, tomar conciencia. Si se forma la República Catalana, España tendrá en su flanco mediterráneo un Estado hostil, cuya ideología nacional se alimenta del odio a nuestra patria y que pretenderá debilitarnos y empobrecernos, porque una España resurgente se verá en Barcelona como una amenaza. Nadie nos hará más daño en política exterior que esta nueva república, aliada objetiva de Marruecos y fuertemente islamizada. Una Cataluña independiente odiará a España siempre, es una necesidad vital de su organismo político, precisa de un enemigo al que señalar para unificar la voluntad política de una nación en la que, además, salvo limpieza étnica (que todo puede darse), quedará una importante minoría de lengua hispana en su territorio. Basta con ver el trato que se da hoy, bajo la “tiranía española”, a los que hablan castellano para imaginar cuál será su suerte en la Cataluña lliure.
Tomar conciencia implica varios procesos:
a- Que nos acostumbremos a considerar a Cataluña como un país extranjero y hostil, como a un enemigo y a tratarlo en consecuencia en lo político, lo cultural, lo económico y lo diplomático.
b- Apoyar a la minoría hispana en Cataluña y defenderla sin permitir que se la oprima como se hace ahora. Al no tener que pactar más con los partidos nacionalistas, los gobiernos españoles estarán libres de su chantaje político; por eso podrán actuar con muchísima más energía.
c- Reforzar nuestra identidad frente a los nacionalistas antiespañoles, que ya son indiscutiblemente el enemigo, y por lo tanto excluirlos de la vida política o, al menos, de la toma de decisiones trascendentes. La renacida conciencia nacional española tiene por fin un enemigo claro y declarado, alguien contra quien dirigir las energías de la patria.
Lo tercero, independizar al mercado español del proveedor catalán. Nuestra emancipación económica frente a la tiranía catalana es tan legítima como la emancipación política que reclaman nuestros enemigos. Las burbujas de Codorniu... para los calimochos de la CUP. Ni un sólo euro español para un Estado hostil.
Pero no se irán, un parásito nunca abandona su presa. La independencia es el peor negocio para los nacionalistas burgueses.