El crimen perpetrado por los independentistas golpistas de Cataluña incide directamente en grandes causas-efectos que, por si solas deben ser consideradas delitos de alta traición a un paso de una declaración de guerra.
Ha dado su fruto la prevaricación sistémica generada en los últimos cuarenta años bajo la égida del clan Pujol y sus maniobras sustractivas de recursos económicos que permitieron reeducar en el pensamiento antiespañol a las generaciones que ahora tienen menos de cincuenta años.
Con el copioso dinero expoliado a la propia hacienda pública y con el ingente ‘impuesto’ revolucionario (3% y más) capturado a través de la extorsión a las empresas, además de robar a título individual, se han podido financiar medios afectos de comunicación tanto públicos como privados, mantener el demencial gasto en proyectos abyectos (embajadas, políticas de inmigración afro-asiático-musulmana, subvenciones arbitrarias, rotulación monolingüe…) y propaganda tóxica y asfixiante a favor de la independencia.
Sí. Efectivamente los secesionistas catalanes controlan la mente de la población nacida después de 1970, la gran mayoría de la cual no ha recibido el menor impulso patriótico pro español, de manera que la llamada a la revolución —en este caso, el golpe de Estado— ha cuajado y se manifiesta en votos y masa física en los multitudinarios aquelarres callejeros, prácticamente atendidos por ‘estómagos agradecidos’ que viven del erario público político-funcionarial y por las generaciones que han mamado las tergiversaciones históricas de los libros de texto, los contenidos radio-televisivos, y el resto de calambrazos emanados de la agit-prop secesionista.
Cabe comparar el actual clima pre bélico actual con el existente en 1934 y 1936: independentistas (JpS, ERC), anarquistas (la CUP) y comunistas (el magma podemita y el de las huestes de Ada Colau) contra la unidad de España y a favor de un desmoronamiento integral de la identidad cristiano-europea de la población de la región, objetivo que se consigue con la introducción forzada y hostil de un millón de musulmanes.
Aparte de las consecuencias de índole penal que puedan aplicarse a los cabecillas de tanto desafuero y tanta ignominia, valga considerar como un ucase en toda la regla la tiranía que aplican los gerifaltes del más terrible enfrentamiento fratricida que separa familias, amistades, comunidades e intereses desde la Guerra Civil española.
Además de no acudir ni por asomo a la patochada del 1-O, no dejemos de anotar quiénes son los políticos, funcionarios, periodistas y demás fauna dogmática y fanática que nos han llevado al desastre, y quiénes entre la ciudadanía adornan con cubanas las terrazas y trasiegan consignas y mensajes a favor del golpe de Estado.
Que no les salga gratis la juerga.