A propósito de la mamarrachada Drag Queen de Las Palmas

Estamos en guerra

El poder —porque esto es el poder— ha declarado la guerra a los fundamentos de nuestra propia cultura. Ergo: o defensa, o derrota. No hay más.

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En breves y sustanciosas líneas (no se requieren más) José Javier Esparza dice lo que hay que decir sobre la mamarrachada Drag Queen de Las Palmas. Al tiempo que hacemos nuestras sus palabras, las expandimos ligeramente para subrayar que el insulto no está dirigido solamente contra la civilización cristiana. La afrenta está dirigida contra la civilización como tal, cualquiera que sea su signo; contra la civilización que deja de serlo —lo constatamos día a día— tan pronto como lo sagrado deja de latir de la forma que sea en ella: ya se encarne lo sagrado en una divinidad “físicamente” presente o en un orden simbólico-imaginariamente existente.
J. R. P.



El insulto de la gala Drag Queen de Las Palmas a la civilización cristiana es mucho más que una simple "provocación". Es posible creer o no, por supuesto, y nadie entrará a juzgar eso, pero la profanación deliberada es algo que va mucho más allá de la creencia personal. Por un lado, objetivamente, es una agresión extrema a la libertad de culto. Por otro, ideológicamente, es una declaración de guerra a una forma de entender la civilización. Que esto se haya hecho en ámbito público, con dinero público, amparado por poderes públicos (el PP, por cierto, cómplice) y en un canal de TV público añade aún más oscuridad al asunto. El poder —porque esto es el poder— ha declarado la guerra a los fundamentos de nuestra propia cultura. Ergo: o defensa, o derrota. No hay más.


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