Ya Lenin se lo preguntaba. Pero no es ésta su respuesta

¿Qué hacer?

En el último número de la "Nouvelle Revue d´Histoire" en el que escribió, Dominique Venner respondía a uno de sus lectores de 21 años, el cual le había formulado la decisiva pregunta de siempre: «¿Qué hacer?». Ésta es la explicación que le dio.

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«No espere que le dé recetas para la acción. Espere de mí que le diga cuál es la vocación de su generación. Si siente el deseo de emprender una acción política, comprométase en ello, pero a sabiendas de que la política tiene sus propias reglas que no son las de la ética. Cualquiera que sea su acción y simplemente su existencia, es vital que cultive en usted, cada día, como una invocación inaugural lo que llegar a ser, por repetición, una fe indestructible. Una fe indestructible en el devenir europeo más allá del período presente.
»Pienso muchas veces en la desesperación de Símaco, denominado “el último romano”, uno de nuestros antepasados espirituales. He evocado a este conocido personaje en Histoire et tradition des Européens (pp. 39-41). Quinto Aurelio Símaco, gran aristócrata romano, vivía a finales dl siglo IV, época siniestra entre todas. Murió como testigo desesperdo del final de la angiua romanizad. Ignoraba que el espíritu de la romanizad, heredero a su vez del helenismo, iba luego a renacer perpetuamente adoptando nuevas modalidades. Ignoraba que el alma europea —o, dicho con otras palabras, el espíritu de la Ilíada— es eterno a escala humana (que no es la de la física astral).

»Nosotros, que conocemos la historia con la perspectiva de varios milenios y la exploramos con la mirada interrogativa que no podía tener Símaco, sabemos lo que éste no sabía. sabemos que, individualmente, somos mortales, pero que el espíritu de nuestro espíritu es indestructible, como el de todos los grandes pueblos y de todas las grandes civilizaciones. Por los razones que he explicado a menudo (consecuencias del Siglo de 1914), lo que está dormido no es sólo la Europa de la fuerza y el poder. Lo que está adormecido es, ante tod, el alma europea. ¿Cuándo se producirá el gran despertar? Lo ignoro, y está claro que yo no lo veré. Pero de este despertar no dudo ni un solo segundo. El espíritu de la Ilíada es como un río subterráneo que siempre renace de forma inacabable. Porque ello es cierto, pero invisible, uno tiene que repetírselo tarde y noche. Y este secreto (lo eterno del espíritu de la Ilíada) nadie podrá nunca robárnoslo.»

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