Hay unos cuantos argentinos que dicen ser mejores que los españoles y unos cuantos españoles que no quieren a los argentinos ¡Qué cosa divertida! Dos soberbias de la decadencia enfrentadas ahorrándose el psicólogo o complementando el tratamiento de autoestima. Dos campeones del progresismo vacío que aman sus artículos de consumo y sus pulsiones enfrentados en el coliseo de los gladiadores del progresismo. Es que ambos somos perfectos. Perfectos en ver cómo se disuelve el esfuerzo de nuestros antepasados que son los mismos, de nuestra cultura que es la misma, de nuestra tradición que es la misma. Pero claro…, nosotros ya no somos los mismos. El abuelito en Argentina o en España amaba la tierra, sus plantas y sus animales. Cultivaba la amistad, tenía firmes convicciones por las cuáles se jugaba la vida y en ningún caso, pensara como pensara, entraba en sus cálculos la desaparición de su patria sin pena ni gloria por un precio tan módico como el morir en cuotas impagables, mientras a un lado y al otro del océano los primos se miden a ver cuál de los dos es el más perfecto.
Argentinos y españoles
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