No sé si la expresión es “crear un mundo”, ya que de algún modo todos los mundos están creados y han existido siempre o bien existen junto al nuestro, si tomamos en cuenta aquello de “los mundos paralelos”.
Lo cierto es que si el mundo que vivimos nos lleva por un camino miserable, no queda otro remedio que crear un mundo. Los poetas crean mundos, los grandes conductores políticos también. O podemos decir que encauzan y resucitan mundos que están siendo asesinados; pueblos, culturas, identidades avasalladas por el sentido de los tiempos. Elementos vencidos en un plano superficial, pero que subsisten en planos más profundos de la realidad. Mundos espirituales y materiales que se retraen pero es imposible eliminar del todo y para siempre, mundos que resurgen a la primera oportunidad.
Los que tienen inquietudes culturales poco a poco van tomando lo que se les da, lo único que el mundo cultural vigente les permite encontrar en su camino. Para rechazar eso y tomar otra cosa, habría que poner en el camino de esas personas algo distinto, otro mundo, un mundo sometido y sumergido, un mundo que resiste de algún modo en algún sitio pero se torna invisible por la agobiante represión de una realidad única, que todos sin excepción van adoptando y reconociendo como el único posible.
Crear un mundo o bien resucitarlo no es algo imposible, en especial cuando “el relato” del mundo en que vivimos se cae a pedazos. Pero extrañamente nadie se anima. Las masas son cobardes por naturaleza y los intelectuales que también son masa sin admitirlo son la parte más cobarse de las masas. Son gente dogmática que responde a una resistencia organizada desde arriba exclusivamente para ellos, para que se crean inteligentes y distintos, para que sus teorías concuerden con el mundo vigente al ser totalmente inofensivas, totalmente abstractas, un juego estúpido donde los que tienen el poder marcan las cartas de la inteligencia y de la cultura.
Les debe resultar muy divertido a los fríos ostentadores del poder, cómodos desde sus sitiales, ver a los rebeldes de las rastas y el skate poniendo cara de malos. Ver a los intelectualoides hacer toda la crítica de los poderes dominantes, cuando en realidad atacan a todo poder menos al realmente dominante.
Crear un mundo no es difícil, es una cuestión de actitud, de voluntad. Lo difícil es no dejarse confundir con las cortinas de humo que el sistema fabrica para llevar a las personas con ciertas inquietudes hacia unos terrenos pantanosos donde la abstracción se confunde con la inteligencia y la resistencia con la marginalidad. Andar sucio y juntarse con gente excluída del sistema es formar parte del sistema, que quiere justamente la mugre y la degradación como alternativas culturales. La disciplina y el orden autoimpuesto que los imbéciles denostan como fascismo, es en realidad la única forma de volver aun mundo digno de ser vivido. Y no es fascismo, es un orden natural que nació miles de años amtes de que el fascismo existiera y estará allí cuando esa palabra ya no exista.