El 12 de Octubre es una fecha importante. Para unos el comienzo de un genocidio, para otros el comienzo de una bendición.
Que el hecho histórico fue trascendente y que no tiene vuelta atrás parece bastante obvio. Se podrían analizar los complejos hechos de la Conquista, pero esto ha sido hecho ya hasta el cansancio.
Indios puros como los quiere el progresismo iluminista que culmina en un marxismo indigesto. Monjes puros escindidos de toda explotación económica como los quiere el clericalismo.
Todo blanco o negro, Todo dialéctica, todo simpleza. Todos los indios iguales. Todos los blancos iguales. La suma imbecilidad del sistema cultural. Ninguna guerra entre indios, ninguna diferencia entre ellos que, al parecer, vivían todos en perfecta armonía, en el mismo nivel social y cultural, al más puro estilo del “buen salvaje” de Rousseau que no los enaltece sino que los disminuye. Mayas, aztecas, incas, sioux, caribes y araucanos, gentes que jamás se arrojaban una flecha entre sí y jamás ocupaban otro territorio que el propio, aunque algunos se llamaran a sí mismos imperios de derecho divino, como los incas.
Por la otra parte, si la idea era cristianizar, ¿para qué tanto oro? Si la idea era de sometimiento racial, ¿para qué tanto mestizaje? Hay varias cosas que no cierran en los distintos relatos de esta historia. Mientras tanto, indios y criollos viven bajo el implacable yugo de las multinacionales tecnológico-financieras.
Lo que no cierra es la hipocresía, la cosa fácil, el odio sencillo contra un enemigo equivocado. He conocido esclavos blancos de pura ascendencia europea e indios opresores de pura ascendencia india. Indios cultos e indios incultos, blancos cultos y también imbéciles. Hay cosas que no tienen color.
La complejidad de América es apasionante. En Bolivia se hace cada año un gran festival de música barroca. Los criollos de la Patagonia han adoptado las guardas geométricas de los indios como propias. Son ejemplos pequeños de algo mucho más grande.
La rigidez extrema hace que una identidad se fracture. Lo esencial nos distingue, adoptar lo valioso nos debe honrar. América es compleja y en ella viven hombres y mujeres grandes y pequeños de diferentes razas, de diferentes identidades. Pero hay algo que después de cinco siglos se ha sedimentado.
La grandeza puede tener varias identidades. Nosotros amamos la nuestra, como es natural, pero debemos reconocer que las actitudes miserables no son patrimonio de una sola identidad sino de todas. Miserables, mercenarios y traidores hubo y hay en todas partes. La peor forma de defenderse es atarse a lo que estuvo mal, atarse al oro, sea de España o de Inglaterra. España no es el oro ni los monjes. Ha sido más bien su pueblo que hoy está sufriendo por culpa justamente de los dueños del oro.
Nadie puede atarse a la injusticia social. Nadie puede atarse a la imposición de un dios. Nadie puede atarse tampoco al resentimiento.
El destino de América es un misterio. Un misterio preñado de sangre y esperanzas. Pero una cosa es segura: estamos vivos, tenemos energía y de algún modo todos sentimos una pertenencia continental, buscamos un centro en el corazón de la tierra. Una tierra inmensa, unida, que debe ser liberada.
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