No soy de los que se la pasan despotricando contra la homosexualidad. ¡Hombre, eso existió siempre! Que el culo es algo muy privado y debe respetarse y cada uno a lo suyo. No es ése el problema, nadie es peor ni mejor ni nada parecido. Que algunos muy machos son capaces de joder a la madre por una moneda y algunos homosexuales son más de fiar que aquellos arquetipos de la masculinidad.
El problema es otro. Y es que cualquier grupo puede volverse finalmente autoritario, pasarse desde la defensa de sus derechos (y habría que ver cuáles son en cada caso) a la ofensiva, para ejercer un poder que no le corresponde legal ni legítimamente en relación al conjunto. Es una tentación que no se puede negar. ¿Acaso los perseguidos de ayer más tarde no se convirtieron nunca en perseguidores? Primero víctimas y luego vengadores: es algo que suele suceder en la historia.
Y a las pruebas me remito. Como los políticos no pueden decidir lo que pasará con un céntimo de nada, algo tienen que hacer para justificarse, y se entretienen entonces en competir en un torneo desenfrenado y permanente de progresismo para ver quién da más hilo al barrilete del sentido del mundo. Y obedecer al sector homosexual de la sociedad organizado políticamente como tal, es siempre bueno para sacar patente de progre, aunque la sociedad actual vaya rumbo a la injusticia social más profunda de la historia.
Hay un sector homosexual que se ha convertido en juez, legislador y docente, metiéndose en cosas que no le incumben, haciendo lo mismo que los inquisidores que tanto critican. Repito que no me incumbe la vida privada de nadie, ni que alguien se maneje en sociedad con el rol sexual que le de la gana. Hasta ahí vamos bien. Pero fijar pautas y valores, ejercer de censores sólo porque una vez fueron perseguidos, no pone a los homosexuales más que en una posición absolutamente totalitaria.
Una cosa es ser discriminados y otra es imponer cómo, cuándo y qué la sociedad debe pensar y cómo debe ser tratado tal o cual tema para el conjunto, supervisando planes de estudio, sitios públicos y cuanta cosa les venga en gana. Respetar a las minorías no quiere decir que las mayorías no puedan ejercer su criterio, de lo contrario ¿Qué cosa sería la democracia?
Si existe un criterio según el cual la democracia debe funcionar, es aquel que las mayorías sienten como propio. Puede llegar el día que se legisle que debemos caminar con las manos y poner los pies para arriba, pero aún eso no parece natural a las mayorías. Si lo que se quiere es operar un gran cambio en las costumbres, en el idioma, en los paradigmas sociales respecto de un tema, lo que debe hacerse es consultar a las mayorías, antes de imponerles desde todo el aparato mediático del sistema, los criterios antojadizos de una minoría. Y esto no implica ninguna falta de respeto por esas minorías, sino el respeto por las mayorías. Es cierto que a la larga se forma opinión y se cambian conductas desde la maquinaria ideológica vehiculizada por la tecnología masiva, pero democracia es ante todo, saber hoy mismo si las mayorías realmente participan de esos criterios impuestos, o si por el contrario lo que se propone como democrático y progresista, es un velado totalitarismo de grupos económicos, sexuales, mesiánicos o como se los quiera llamar, que avanzan según su criterio egoísta, autoritario, y a despecho de las mayorías pese a autoproclamarse los más democráticos de todos.