Queridos tíos:
Vamos a adelantar todo lo posible el viaje de mamá. Es que no la veo bien en estos días. Ya saben o se imaginan qué cosas le hacen mal. De los principios y valores que siempre hemos defendido, muy poco queda, ya sea en España o en la Argentina. Son tiempos oscuros. ¿Pero acaso no lo han sido siempre para nosotros? La disidencia tiene un precio muy alto. Y el sentido del mundo es realmente arrollador.
Es increíble ver cómo el antiguo principio espiritual y material que se supone justificó la existencia de la realeza se ve hoy reducido a matar elefantes y a defender a los plutócratas, mientras España se hunde en una crisis cuyo fin no se vislumbra.
Es increíble también ver cómo los mismos que en su momento abandonaron a su suerte a las empresas nacionales que hicieron la Argentina, y que luego de coadyuvar a su venta permitieron su vaciamiento, las nacionalizan hoy apoyándose en los mismos principios que antes despreciaron. Pero sabemos que la coherencia y el sacrificio son para unos pocos. Casi diría para unos pocos estúpidos como nosotros.
Es que todo son negocios. Negocios sin límite. Si hacemos negocios con Brasil será mejor que hacerlos con China seguramente, pero esto es una opinión política, y la política hoy está condicionada a la economía. A una economía malsana y ficticia. Y no veo que eso vaya a cambiar al menos por ahora.
Todos se esconden detrás de la bandera. Terminamos importando lo que es nuestro, pagando para comprar lo que nos pertenece. No sé dónde estaba esta gente cuando se vaciaba la empresa y se remitían afuera las utilidades del saqueo. ¿Acaso no eran ellos mismos quienes gobernaban? Ahora son los campeones de la soberanía y me piden apoyo incondicional por la patria y la bandera. ¿No es algo irónico?
¿Dónde está Repsol mientras el pueblo español sufre? ¿Es realmente una empresa española? ¿Cuál es la patria de los capitales trasnacionales? Eso deberían preguntarse los españoles. Sin embargo, somos lo que los capitales dicen que somos, porque sólo ellos hablan por televisión. Si España es Repsol, pobre España.
Se manipulan los principios espirituales y materiales que una parte de nuestro pueblo todavía conserva. Yo no voy a estar ahora en contra de lo que siempre defendí, y les mentiría si les digo que no derramé un par de lágrimas por algo que no es solamente una empresa, sino la sangre y el sacrificio de muchos patriotas militares y civiles a lo largo y a lo ancho de esta extensión mágica del Sur que se llama Argentina. Pero también les digo que si me preguntan por lo que va a pasar, sinceramente les digo que no lo sé. “Las inversiones” que se necesitarán ahora suelen poder mucho más que los principios. No hay caso, somos gente de otra época.
Mamá está vieja y sufre mucho. Tiene la clarividencia y la sensibilidad desprejuiciada de los ancianos. Recuerda demasiado seguido cómo luego de la muerte del abuelo en la guerra, la abuela prefirió a su tiempo partir hacia Buenos Aires en busca de “la nueva revolución”. Una locura quizá, pero su trabajo con Evita la justificó con creces Todos los días mamá me dice:*”Eva me dijo abrazándome, cuando era niña, que mientras ella viviera no habría hambre en España”. Tengo miedo que un día mamá sufra una regresión de la que no pueda volver. Es mucha la fuerza emocional de aquellos días.
Los idiotas de la TV española y de la TV argentina, descerebrados agitadores más papistas que el Papa, insultan nuestra sangre en nombre del “respeto a las inversiones” o de “la revolución latinoamericana”. Me vuelvo a preguntar ¿Es Repsol española? ¿No se llevó ya lo suficiente? ¿Se justificará la nacionalización en el futuro con políticas que estén a la altura de la medida? No lo sé. La renta financiera no paga en la Argentina. Las mineras devastan las provincias y se llevan materiales estratégicos a granel sin paga nada. La presidenta dijo que las cosas se hacen cuando se pueden hacer. Tarde o temprano sabremos la verdad. Ahora al menos hizo algo concreto, movió una ficha en favor del país. Habrá que seguir la partida sobre todo el tablero. Y eso las masas no pueden hacerlo.
A veces me parece que ese pobre el elefante que mató el rey se parece mucho a la España de hoy. ¡Tanta grandeza de rodillas! Y tanta muerte inútil.
Queridos tíos: quiero que mamá pise pronto su pueblo natal. Y por favor no se olviden de poner rosas en mi nombre sobre la tumba del abuelo. Eso si pueden entrar al Valle, que en mi último viaje no me permitieron hacerlo.
Y una cosa más, díganle a mi amigo Javier, que si no escribo más seguido es sólo porque a veces me invade la tristeza, o simplemente porque no sé bien qué decir.
Les quiere mucho su sobrino preferido.