La tercera posición

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 A las cosas hay que darles nombre, especialmente en una época que adora las definiciones, las clasificaciones y los ideologismos. La Tercera Posición ideológica es por cierto una definición y es darle un nombre a la búsqueda que muchos emprendimos alguna vez para diferenciarnos de las alternativas que se nos imponían, y que no nos gustaban para nada. Alternativas falsas por otra parte, ya que elegir entre un capitalismo privado y uno estatal no es tener alternativa ante una postura filosófica igualmente materialista y una concepción del hombre similar en ambos casos.

Por mi parte me adscribí a la Tercera Posición de la mano del general Perón. Sin embargo, eso no quiere decir que no tuviera la amplitud suficiente para comprender que otros buscaban alternativas utilizando otros nombres. Es mejor no quedar enredado en la semántica e ir en lo posible al fondo de las cosas, ese que se expresa en la acción, sobre todo cuando de política se trata.

La Tercera Posición justicialista data del año 1947, cuando recibió públicamente ese nombre de boca del mismo general Perón. Luego me enteré que en Europa se utilizó también el término, especialmente por movimientos tildados en muchos casos de neofascistas. Si esos movimientos podían ser considerados de ese modo, quedará al criterio de cada uno. Lo cierto es que la tercera vía, la terza posizione, el tercerismo, fue de uno u otro modo en Europa o en América, incluso en el norte de África, una tendencia política de posguerra. Expresó algo muy amplio y a veces contradictorio, pero podemos decir que fue un intento de asumir por parte de pensadores políticos, dirigentes, líderes y aún de los propios pueblos o de una parte de ellos, que había un proyecto alternativo al ofrecido por el sentido del mundo, ese que por izquierda o por derecha proyectaba y proyecta la unificación de un poder real bajo el signo ideológico del progresismo, cuyo contenido es ni más ni menos lo que en cada caso se necesita para acumular más poder, poniendo en la cabeza de la gente el esquema preciso para tal fin.

La dinámica de la política ha hecho que el concepto de Tercera Posición se fuera desdibujando. Hoy hay terceristas de izquierdas y terceristas de derechas, lo cual es una contradicción. Otros se enamoraron del término y lo congelaron en una rigidez inoperante. No sé si hoy se puede hablar todavía de tercerismo. Supongo que sí en cuanto ese camino ha quedado sin recorrer. Aunque los viejos falsos enemigos han resignado su discusión de cómo llegar a la meta, abandonando el supuesto enfrentamiento económico entre izquierdas y derechas, para discutir sólo la velocidad que se imprime al mismo fenómeno de concentración de poder.

Es en lo básico una discusión innecesaria y periclitada, justamente porque la meta está siendo finalmente alcanzada. Es que el materialismo mundialista tiene una filosofía clara y unos objetivos de poder también bastante claros. Nosotros los terceristas no convertimos en su momento la urgencia de un nombre y de un pensamiento alternativo en una forma de vida, en una filosofía, en definitiva en algo más que un nombre con un potencial enorme que fue desperdiciado, porque para cambiar ciertas cosas hace falta más que un nombre, más que una ideología, se necesita una mística igual de fuerte que la desarrollada por la materia pero de sentido contrario. En definitiva no es un problema político sino espiritual y cultural el que nos frustró aquella primavera de ilusiones terceristas. Igualmente no me arrepiento de nada; en aquella época los peronistas no hacíamos política, lo nuestro se parecía más a una religión (y que el señor cura sepa perdonarme). Eso y sólo eso nos daba la fuerza suficiente para oponernos a la racionalidad. Ahora somos finalmente racionales, ahora somos políticamente correctos.

 

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