Es muy difícil resistir al sistema con sus propios medios, porque ellos han sido creados según una lógica que responde a una mentalidad y a una forma que de por sí nos condicionan. Además del tiempo que quitamos a la lectura, la introspección y el pensamiento, está la falta de relación directa en tiempo y espacio, a veces hasta el punto de una total virtualidad. Además de lo obscenamente público de la red, de la imposibilidad de construcción de lo real, de aquello que opera de algún modo en la realidad.
No puedo caer en la soberbia de saber hasta dónde podrá resistir el espíritu humano todas estas cosas, pero sin entrar en una crítica que no es mi objetivo, siento que debe existir un límite a unas formas que nos sustraen de lo que es espiritual en sentido profundo, y nos poner a girar en una noria de imágenes reconocidas virtualmente pero no conocidas en realidad.
La vía del espíritu permanece en aquellos lugares donde por algún motivo, al menos una parte del hombre se ha podido sustraer a la lógica de hierro del sistema materialista de consumo, que iguala a los hombres justamente a través de ciertas formas tecnológicas que no le permiten comunicación alguna por medios más adecuados para su desarrollo: la voz humana, la mirada, la cercanía física, la expresión corporal, ni siquiera la letra escrita que sabemos no era igual a lo que podemos ver en la pantalla.
En algunos lugares de Oriente, en Rusia, en Sudamérica, y en otras partes alejadas un poco de la mano de la modernidad, la espiritualidad encuentra un refugio y se sumerge en algunas de sus formas propias todavía. Las estructuras cerradas de la sociedad posmoderna han hecho mella mucho más en los países donde el capitalismo ha funcionado o materialmente funciona. Por supuesto que esto es relativo y que el sistema se unifica y expande día a día en todas partes. La superioridad que los países centrales sienten respecto de los periféricos ya no se basa en una cultura que han perdido, sino en crudas apreciaciones materiales. No hay lugar donde la antigua espiritualidad europea esté más lejana que en Europa.
Si bien la red restringe mucho la relación del lector con el texto, este sigue siendo más o menos un texto. Dar un paso más adelante en estas formas, léase Facebook por ejemplo, sería para mí demasiado. Sería avanzar en el tiempo y el espacio virtuales, que básicamente absorben vida real convirtiéndola en vida virtual. Repito que no es una crítica. Sólo un punto de vista de un respetuoso y enriquecedor intercambio.
Del mismo modo la poesía como forma de expresión de una espiritualidad, fue dejando su lugar a formas más adecuadas a los tiempos que se viven hasta casi desaparecer de la sociedad. Pues bien, las redes son la forma del tiempo que se vive. Pero no las redes reales de personas en lugares determinados, sino las que no inciden en la realidad en forma concreta y responden a las necesidades de un hombre cada vez más virtual. O acaso sólo sea que me estoy volviendo viejo, y estoy dando rienda suelta a la nostalgia de las formas antiguas con las que me identifico. En todo caso, siempre hay alguien que se queda anclado en el tiempo. No es algo que tenga mayor importancia para quienes adherimos a la antigua doctrina de los ciclos, en detrimento de una concepción lineal de la historia. Todos estamos finalmente destinados al olvido, estoy dispuesto a que para mí, el anonimato llegue antes que para los cultores del Facebook.
Espero no por eso ser menos, en nuestra comunidad de lectores indefectiblemente virtuales.