Jorge Luis Borges, debió haber recibido el premio Nobel y no se lo dieron, y el Cervantes se lo otorgaron compartido ¡Pobre el que lo haya tenido que compartir con él! Y ¡qué honor para Borges haberlo aceptado!
Yo que siempre he sido peronista, lamento en el alma esa devaluación cultural que significó para el peronismo haber rechazado a Borges por unas ideas políticas que debimos comprender. El anarco conservadurismo era la única ideología posible para Borges (quizá llegado un cierto nivel de cultura sea la única ideología posible) y haberlo aceptado no le hubiera quitado nada al peronismo, sino al contrario. Pero bueno, se sabe que cuando los procesos políticos son masivos, sufren cierta devaluación cultural acaso necesaria para alcanzar sus objetivos.
Leer a Borges es encuadrarse en el pensamiento y en el idioma. Es también sentir la ascética y bella sintaxis que se genera cuando se ve uno a sí mismo desde fuera del tiempo, porque Buenos Aires en la época de Borges era una ciudad europea fuera del tiempo, asimilada a un espacio tan amplio que por fuerza debía tener algo de universal. En ese sentido se parece Borges a los grandes europeos de ultramar, como Conrad o Kipling. Los últimos libertarios de un gran orden universal. Y para mantener ese orden, hay que ser como Roma, muy amplio pero a la vez muy fuerte, sin que se note demasiado.
Y Borges no quiso que se note demasiado. Su fama es austera, como corresponde a la elite postergada a la cual pertenecía. Como corresponde a un agnóstico, y alguien que no quiso someterse a ese abuso de la estadística que según él mismo, configura la democracia.
Tuvo gestos de profunda humildad y aún de valentía (pese a que insistía en definirse como un cobarde), nombrar insistentemente a Drieu La Rochelle como su amigo, ir a ver a Jünger como quien va a visitar a un maestro, o afiliarse a un partido tan odiado y ambiguo como al partido conservador argentino.
¿Contradicciones? Todos somos contradictorios en algún punto, pero los genios forzosamente deben serlo más para la generalidad de la gente. ¿Si recomiendo leer a Borges? En realidad no, si después de las dos primeras páginas el lector no se ha convertido en un adicto a su obra.
Este texto no coincide con el aniversario de su muerte ni con ninguna otra fecha que lo justifique, pero en los azares de un tiempo tan circular como los laberintos borgianos, tampoco podría afirmarlo con seguridad.