Las dos caras de una misma moneda

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Ante la persecución a la vieja “derecha autoritaria” y yo agregaría liberal, por parte de los organismos de derechos humanos del progresismo, tanto en Argentina como en España, quisiera agregar esta amarga reflexión, totalmente subjetiva y sujeta a debate como cualquier otra reflexión.

Ahora nos rasgamos las vestiduras por las persecuciones, por la ruptura de la juridicidad, por la incertidumbre en las que nos hacen vivir las chekas del progresismo, pero ¿de qué nos asombramos? ¿Quién puede asombrarse a esta altura de esas cosas? Creo que quienes más se asombran son lo que creyeron que algunas cosas eran en serio, empezando por la derecha tradicional, que siempre defendió los principios individualistas de libertad, igualdad y fraternidad, que ahora otros más progresistas que ellos llevan a un extremo. En el fondo, a esa derecha, lo único que le interesó siempre es que todo el mundo pare en los semáforos, y que el capitalismo se desarrolle y se garantice en medio de una medianía burguesa.
 
Ahora se asombran ciertos señores de que se juzgue o se quiera juzgar sin garantías de juridicidad a un número de sus antiguos sirvientes, que hasta entonces estaban muy cómodos. Pero hasta ahora siempre fueron individualistas reaccionarios, torpemente clericales, tan populares como podrían serlo con su servicio doméstico, y culturalmente vacíos en el mejor de los casos.
 
Como nosotros no somos disolventes, muchas veces preferimos defender un orden con el que no estamos de acuerdo, para salvar algo de la disolución total, aunque ese orden progresista liberal nos tuviera de rehén.
 
Quizá ha llegado la hora de separar aguas definitivamente, de no defender nada más que tenga que ver con ese orden, aunque nos cueste la disolución. Desde allí al menos podríamos empezar de cero. Hay una derecha que nunca comprenderá que lo que pasa, ni siquiera que lo que hoy les pasa a algunos de ellos, es fruto del mismo tipo de ideas que han defendido. Se creyeron las leyes de la Ilustración para garantizar su posición económica o una idea abstracta de la patria, pero ahora van por ellos, que nunca fueron del pueblo ni de la patria, consistente según su punto de vista, en un poco de moralina y tratar más o menos bien a los pobres.
 
Nosotros que lidiamos con unos y con otros, nunca nos creímos eso de la igualdad ante la ley, la división de poderes y demás monsergas infantiles del liberalismo. Ahora que ya no las necesita todo queda más claro. Te juzgan si te quieren juzgar, no importa si fuiste antes su sirviente.
 
Es que, señores burgueses, la patria no es un cuartel de policía caminera. Ustedes que han sido peones del mismo orden mundial que ahora va a por ustedes, se creyeron que pintando los cordones de las veredas, usando faldas por debajo de la rodilla, persiguiendo a los adúlteros y acorralando algún homosexual desprevenido todo se arreglaba. Se equivocaron. Llevaron su vocación policial mucho más allá de lo legítimo y coherente, y emprendieron, aislados del pueblo, acciones que hoy no pueden asumir con la dignidad de formar parte de un proyecto político y de un pueblo.
 
Ya no importa cuál de esas acciones fue justa y cuál injusta. ¿No habían notado que ustedes tampoco preguntaron a nadie a la hora de juzgar? Parece que los reglamentos cuarteleros no alcanzan para comprender la realidad. Nosotros ya lo sabíamos, porque para el pueblo nunca hubo ley. Ustedes y la izquierda progresista son más o menos iguales, piensan y actúan parecido, trabajan ambos para lograr una síntesis adecuada que sea funcional y útil al nuevo orden mundial.
 
Quizá queden en el camino algunos generales que trocaron su adusta cara de guerra por lágrimas sumisas de anciano patético, o algunos tenientes que creían cumplir con su deber. No puedo decir que lo lamento, todavía les queda iniciar una larga militancia popular y patriótica, algo que para nosotros ha sido siempre parte de la vida. Cuando tomen la decisión de ser patriotas y populares en serio, con pueblo y todo, entonces valdrá la pena defender a los que hoy reclaman justicia. De lo contrario, quiéranlo o no, siguen formando parte de lo mismo: la cáscara de una patria que enfrentó a progresistas liberales más o menos ordenaditos, y a progresistas exaltados por el universalismo igualitario: dos caras de una mima moneda.

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