Que los términos malditos no le espanten, oiga

Seamos revolucionarios. No reaccionarios

Se impone que todos los preocupados por la pérdida de la identidad, la busquemos en lo grande, no en lo pequeño. Ser reaccionarios es lo más torpe que podemos ser para defendernos. Todos los reaccionarios terminan reaccionando contra sí mismos. Ampliemos nuestro espacio.

Compartir en:

Padecemos un infinito fraccionamiento. Las regiones que eran parte de un todo ahora no quieren serlo más. Los grupos humanos que creímos que eran parte de nuestro pueblo, ahora quieren ser otros pueblos. Los matices culturales que respetando lo esencial de nuestra cultura la enriquecían, hoy quieren erigirse por sí mismos en una gran cultura, cuando a todas luces jamás han tenido envergadura como para prescindir de Grecia y de Roma por ejemplo, o de Mozart y de Bach, por dar otro ejemplo.

Cualquier aldea y un tambor quieren convertirse en una patria y un concierto.
 
Ahora cualquiera fracciona, reclama territorios, erige culturas, se autoproclama un gran pueblo. Evidentemente eso que parece crear una gran dinámica, es sólo el desorden necesario para la destrucción de las totalidades superiores. Esto pasa todos los días en España, en Argentina, en México y en cualquier sitio donde se encuentre un sólido enclave de nuestro origen.
 
Sólo es preciso que haya existido una Patria grande, un arte elevado, una cultura que se haya impuesto no por un mero hecho de armas, sino por su superioridad, para denunciar opresión y destruir lo que llevó siglos o milenios construir.
 
Desagregar, disminuir, restar, achicar, poner las partes por encima del todo, es un juego que terminará solamente cuando no quede nada realmente valioso por aniquilar.
 
Hay que reconocer que esa dinámica negativa tiene suficiente “masa crítica” y que los que pretendemos frenar ese proceso no la tenemos. No la alcanzamos en primer lugar porque somos meros “reaccionarios”: reaccionamos tan atados como ellos a nuestras pequeñas historias, a nuestros viejos campanarios sin campanas, a nuestros módicos ideologismos.
 
Así no vamos a ningún lado. Necesitamos cambiar, ampliar las miras. Barajar y dar de nuevo debiera ser la consigna del momento. Hay un error con respecto a la identidad. No es más fuerte una identidad porque se abroquele en sí misma, en su territorio, sino porque llega más lejos, porque conserva tal vitalidad como para llegar a cualquier parte. Eso fue Europa. Es evidente que ya no lo es más.
 
“La semilla no entiende de suelo. Donde caiga brotará si las condiciones así se lo permiten”, me decía con hermosa prosa un amigo que vive en Sudáfrica. Necesitamos semilla buena y con ganas de crecer.
 
Necesitamos un hombre nuevo, y es evidente que no somos nosotros quienes lo estamos forjando.
 
Si los españoles van dejando de ser españoles para ser catalanes, vascos, o para ser simplemente consumidores globales; si los criollos sudamericanos aceptamos dejar de serlo para ser una especie de indígena tipo mezclado con Che Guevara; o los sudafricanos descendientes de europeos dejan de serlo para ser simplemente negros; si dejamos de ser lo que fuimos, más vale que forjemos el nuevo tipo de hombre que seremos en el futuro. Y para eso, necesitamos otro tipo de relación entre nosotros.
 
Por eso les pido a todos los preocupados por la pérdida de la identidad, que la busquemos en lo grande, no en lo pequeño. Ser reaccionarios es lo más torpe que podemos ser para defendernos. Todos los reaccionarios terminan reaccionando contra sí mismos. Ampliemos nuestro espacio. Para eso, la toma de conciencia de Europa es fundamental.
 
Ampliemos nuestro mundo, ya casi no nos quedan semillas, y las que quedan se encuentran diseminadas. Hay que reunirlas, y ésa no es una tarea para módicos reaccionarios de aldea y campanario, sino para hombres que comprendan el alcance revolucionario de conservar la propia semilla, se encuentre donde se encuentre, y dejar de jugar el estúpido juego de achicar.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar