El pasado 3 de mayo moría Leonard D. Eron, a los 87 años. ¿Qué quién es este buen señor? Leonar David Eron nació en Newark y se doctoró en psicología clínica en
Vale pero ¿por qué es importante? Pues porque realizó estudios pioneros sobre la violencia juvenil que le llevaron a la conclusión de que la televisión tiene una importante relación con el comportamiento destructivo en la edad madura. En 1960, nuestro autor comenzó un estudio sobre la agresión a largo plazo en una muestra de 800 niños que vivían en la ciudad de Nueva York. Junto a los psicólogos clínicos Monroe Lefkowitz y Leopold O. Walter, entrevistó a niños de 8 años y a sus padres a fin de evaluar su comportamiento, de manera que los resultados pudieran organizarse en una base de datos para el seguimiento de los niños en la edad adulta. Este trabajo, que se prolonga hasta nuestros días, es conocido como “Columbia County Longitudinal Study” (CCLS). Los investigadores preguntaban a los niños sobre potenciales amenazas y a los padres sobre el tipo de televisión que veían sus hijos. El resultado era clasificado según un baremo. Los sujetos del CCLS fueron estudiados nuevamente en 1970, 1980 y 2000, aunque en esta última fecha solo se mantenía el 61% de los participantes. Las conclusiones del estudio encontraron una relación entre la visualización de programas violentos durante la infancia y juventud y la expresión de violencia en la edad adulta, según se desprendía de fichas policiales y otros documentos. Así, en 1993 Eron podía declarar que "no hay una persona racional al margen del industria del tabaco que niegue la relación causal entre fumar cigarros y el cáncer de pulmón” y añadía “ocurre lo mismo con la visualización de violencia televisiva, especialmente en el caso de los niños pequeños”.
A lo largo de su vida el profesor Eron colaboró en el desarrollo de programas para mitigar los efectos de la exposición de la violencia en los niños y subrayó a padres y profesores que era inútil alabar el comportamiento positivo de los estudiantes sin realizar críticas y castigos del mal comportamiento. Y es que las conclusiones del estudio eran de lo más políticamente incorrecto. Según explican los propios investigadores del CCLS: “encontramos que la mayoría de los factores que predicen la criminalidad adulta predicen también la agresión infantil y muy pocos de ellos añaden poder de predicción de la agresión en la edad adulta de lo que lo hace la agresión infantil. De hecho, solamente el hecho de que los padres practiquen el maltrato infantil y de que no acudan a la iglesia añade algo a la predicción de que un niño de 8 años pueda ir a la cárcel en los próximos 22 años. Sin embargo, el CI (Coeficiente Intelectual) del niño sumaba algo a la predicción de que fuera encarcelado”.
Aunque pueda parecer otra cosa, los resultados que sigue arrojando el CCLS ideado por el profesor Eron no contradicen una base hereditaria del comportamiento agresivo, tal y como otros estudios han demostrado sobradamente, toda vez que es característico de la especie humana la plasticidad del aprendizaje infantil. El hecho es que, desde Eron, quedó científicamente demostrado que
En su comparecencia ante un comité del senado de los Estados Unidos, Eron declaró en mayo de 1999 que las conclusiones derivadas del análisis de los datos de 217 estudios realizados entre 1957 y 1990 demostraron que al menos un 10% de la violencia juvenil puede atribuirse a la televisión.
El tema es tan fascinante que las preguntas pueden sucederse de manera vertiginosa: ¿Justifica todo la “libertad de expresión”? ¿Es, por ejemplo, Quentin Tarantino parcialmente responsable de al menos 100 homicidios cometidos en los EEUU? Además de la violencia ¿qué otros parámetros del comportamiento humano pueden ser modificados por la televisión durante la infancia? O simplemente ¿por qué nuestros políticos no hacen nada?
El hecho es que, como el profesor Eron reconoció ante el mencionado comité del senado, aunque existen otras causas para la violencia en nuestra sociedad, “el actual nivel de violencia interpersonal se ha visto verdaderamente disparado por el efecto a largo plazo producido por la exposición de muchas personas a un dieta intensiva de violencia televisiva cuando eran niños”. Y es que a lo mejor resulta que toda la chusma del “corazón” o la basura nihilista que produce por toneladas el “cine español” es, al fin y al cabo, más peligroso que los mismos terroristas. Claro que para esto haría falta un criterio superior al del mero mercadeo televisivo de las cuotas de audiencia. Y ya saben ustedes lo poco democrático que es coartar al dios del mercado. Las excusas para la inoperancia, en palabras de Harry el sucio, “son como el culo: todo el mundo tiene una”. Pero los hechos son tozudos aunque “