Una cosa es discrepar. Otra, lanzar anatemas

El fanático excluye a los disidentes que no le gustan

Hay algo que nos castiga, y es que muchos de los que pretenden asumir una espiritualidad están preocupados, y a veces hasta perturbados, por excluir del débil corazón espiritual de Occidente a los otros que se cuentan entre sus pocos restos espirituales, porque no pertenecen a la misma confesión, o no tienen los mismos puntos de vista respecto de la espiritualidad. "Y el que tenga oídos para oír, que oiga."

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Todo es muy extraño y confuso en el Occidente actual, sobre todo si se trata de valores y conflictos espirituales. Que los hombres de Occidente ya no dan preeminencia al espíritu sobre la materia, es un hecho prácticamente indiscutible. Eso genera, sin embargo, profundas contradicciones. La New Age y sus derivados son una prueba de ello. El sistema no es tonto, y genera respuestas “espirituales” a su medida.
 
El hombre ha cambiado mucho en estos últimos tiempos, y todos estamos condicionados de alguna manera por la forma de vida dominante.
 
Las instituciones también han cambiado, adaptándose al sistema de vida y al sentido del mundo. ¿Eso está bien o está mal? No puedo juzgarlo. Lo cierto es que el más crudo materialismo consumista, lejos de detener su avance, lo ha acelerado. Eso quiere decir que nada ni nadie ha podido frenarlo.
 
Para la mayoría, no existe más espiritualidad que la falta de espiritualidad, o una patética espiritualidad a la medida del sistema, sensitiva, espasmódica, superficial y contradictoria, que no merece ser llamada como tal.
 
Las contradicciones se dan dentro del ser humano, y se trasladan a las diversas instituciones que expresan los dogmas y caminos que el espíritu del hombre de Occidente sigue y ha seguido a través de los siglos.
 
Hay una degradación del hombre ¿Quién podría negarlo? La crisis espiritual nos lleva más allá de los viejos conflictos, porque los sobrepasa, es de otra naturaleza, de una naturaleza infinitamente inferior.
 
Paganos vs. Cristianos, Güelfos vs. Gibelinos, Templarios vs. Papado, Cátaros vs. Católicos, Ortodoxos vs. Católicos romanos, Católicos vs. Protestantes, Nietzsche vs. Cristianismo, Neopaganos vs. Cristianos, y en fin, un largo etcétera, que nos demuestra la vitalidad espiritual de Occidente en otros tiempos.
 
Hoy ya no es así. No son los conflictos espirituales los que aquejan al hombre de Occidente, sino el vacío espiritual.
 
¿Y dónde están los restos de la espiritualidad de Occidente? ¿Acaso todavía sobreviven? Y si sobreviven, ¿por qué es nula su incidencia en la evidente decadencia espiritual que vivimos?
 
Es que las conductas van todas en el mismo sentido del mundo, y los que conservan una espiritualidad no dejan que trascienda de la esfera privada, porque no asumen los riesgos de esa decisión.
 
Sin embargo, hay algo más que nos castiga, y es que muchos de los que pretenden asumir una espiritualidad están preocupados, y a veces hasta perturbados, por excluir del débil corazón espiritual de Occidente a los otros que se cuentan entre sus pocos restos espirituales, porque no pertenecen a la misma confesión, o no tienen los mismos puntos de vista respecto de la espiritualidad.
 
Ese enfrentamiento acelera la descomposición de las pocas fuerzas espirituales de Occidente. Acelera su muerte que nos cubrirá a todos.
 
Extraña es la lucha por ser los últimos en defender la fortaleza. Mi mayor deseo es que aquellos que logren excluir a los demás, sean tan buenos soldados como para revertir una situación que, hasta hoy, ninguno de nosotros ha logrado revertir.
 
Les deseo lo mejor cuando se enfrenten al verdadero enemigo, y no al camarada que por error han enfrentado, juzgando su espiritualidad con una vara de cruel fanatismo.

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