"Y el poeta dice la verdad"…

Nacimiento de América

No es un relato histórico lo que, desde Buenos Aires, escribe Juan Pablo Vitali para este número especial de "El Manifiesto" dedicado al Día de la Hispanidad. Es un relato poético. Es, por lo tanto, una relación verdadera, auténtica —mucho más incluso que algunos minuciosos relatos historiográficos. Al menos si consideramos que la verdad no tiene por qué coincidir con lo estrechamente fidedigno. Al menos si aceptamos que el lenguaje poético —el grande, por supuesto— se despliega como la más acogedora mansión de lo que en verdad es.

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La luz azota la última tierra conocida. Es un día extraño. Los espacios esperan algo sobrenatural.

Los halcones buscan caracoles en las playas solitarias. Vuelan en círculos, se elevan, y de pronto caen sobre sus presas.
El aire por momentos se aquieta, luego retoma su habitual circulación.
El agua es un espejo negro al que hay que temer. No tanto por los peligros materiales que entraña, sino por las consecuencias espirituales de su extensa oscuridad.
Ya saben las criaturas de esta parte del mundo que son las últimas, las lejanas, las que esperan a los hombres de la conquista. Pero todavía están huérfanas de hombres, todavía pertenecen al aire elemental. Todavía no tienen conciencia del acero, de la altura exacta de sus dioses.
El cielo amenaza tormenta. La atmósfera se tensa, acoge los ruidos, en la húmeda oquedad de su vientre benefactor.
Un sonido gestante se traslada por la superficie. Se detiene el tiempo para oírlo. Es un sonido nuevo, pesado, como la memoria de un destino que una vez ha sido, pero que no puede recordarse.
Los pájaros suben hasta alturas desconocidas. Los tigres se esconden en el pastizal. Sus ojos y sus manchas son iguales, de modo que parecen ver con la totalidad de su ser.
El silencio se torna insoportable. Pronto se sabrá por qué este día es distinto a los demás. Es algo que puede presentirse.
Todo ocurre bajo un sol púrpura, que sostiene el principio del fuego.
El barro espera su alimento divino. Los últimos seres vivos se alejan ocultándose, como venerando una presencia sagrada.
Se escucha el sensual desarrollo de un desplazamiento sobre el agua. Los lagartos tiemblan en sus tinieblas de barro.
El acero cruza su destino cortando el aire virgen. Un hidalgo pisa la arena, y la arena es negra. Entonces un rayo, rompe las tinieblas del atardecer, y alumbra América, y América es.

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