El 27 de diciembre de 2007, tras concluir una manifestación del llamado Partido Popular de Pakistán (una agrupación de centro-izquierda adscrita a la Internacional Socialista), en la ciudad pakistaní de Rawalpindi, murió de un certero disparo en la cabeza Benazir Bhutto. Hasta aquí, todo normal. Quiero decir, de acuerdo con el guión preestablecido en el gran teatro del mundo por quien corta el bacalao.
Pervez Musharraf, un gorila musulmán corrupto, teledirigido por Yanquilandia para marcar de cerca a la India y a Rusia y al que no le gustan las oposiciones de ningún tipo, ni buenas ni malas, le faltaron los segundos para endilgar el fiambre a Al-Qaeda.
Días más tarde, el gorila musulmán corrupto, más sosegado y en declaraciones a la cadena norteamericana CBS, insinuó que Benazir Bhutto había muerto por la sencilla razón de que la señora se había puesto a tiro de manera inconsciente.
Los medios informativos de Yanquilandia hablan de un “dirigente yihadista paquistaní” (Wall Street Journal), mientras que la inteligencia del Tío Sam, que hila más fino, sostiene que el nudo gordiano de la cosa lo tiene un tipo llamado Baitula Mehsud que, o mucho me equivoco, o debe de ser un monstruo malísimo.
Los británicos, de la mano de Scotland Yard, aparecen por el escenario para tratar no se sabe muy bien qué: si certificar lo que dice Washington o tratar de hacernos creer que todavía pintan algo en el mundo. De las veintitrés personas que murieron en el atentado, por supuesto, ya nadie se acuerda.
Llegados a este punto, el internauta estará esperando unas lagrimitas del que estas líneas escribe. Pues va a ser que no. A Benazir Bhutto, una progre corrupta, le han dado matarile porque en el Islam no hay chance para los/las progres corruptos/as (patrimonio exclusivo de Occidente, of course), sino para los gorilas musulmanes corruptos.
¿Lo pilláis?