Imbéciles todos los que esperábamos —yo el primero— que el Virus Chino (¿por qué diablos nadie se atreve a llamarlo por su nombre?) pudiera representar el gran revulsivo que hiciese despertar de su letargo a nuestro pueblo.
Se ha venido abajo el gran Plácido. Acosado durante meses por toda una jauría de lobas acompañadas de sus correspondientes lobos, ha acabado cediendo a sus dentelladas.