Por más que ella se tome por un caballo, no tiene nada que ver con los míticos centauros de la Antigüedad. Nuestros tiempos no están para tales trotes.
Su sacrificio, hace diez años,, en la catedral de Notre-Dame tenía como trasfondo todo un código de vida y ética. Cabe condensarlo en la tríada: "la naturaleza como base, la excelencia como objetivo, la belleza como horizonte".