"¡Al rico insecto, a la nutritiva cucaracha!", "¡Venga comida ecofriendly por aquí, venga platos ecosostenibles por allí!", claman las élites (o lo que pretende serlo).
Desde que en 1789 se redactó la autodenominada Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, la carrera por el estampado en papel de “derechos” ha sido indetenible.