Froilán caminaba con decisión por el pasillo aunque todavía se reconocía bastante achispado. Tenía razones para estarlo: la mañana anterior, su madre se levantó empoderada y sin haberse tomado las pastillas antes de acostarse, así que le dio por ir al Registro Civil a inscribirse como Rodolfo.
No están solos ellos —los rusos, de los que habla el artículo—, y nosotros tampoco, los rebeldes de Occidente. La gran dificultad es que, salvo los rusos, la mayoría de los demás defensores de la tradición y la identidad plantean algún que otro problema..., digámoslo suavemente.