Como prosista es acerado. No sobra nada. Como pensador es igualmente acerado. No hace concesiones a la modernidad. Estamos ante un reaccionario sin resquicios.
¿Por qué un fragmento de los 'Vedas', del 'Tao te King', de la 'Ilíada', de la 'Antígona' de Sófocles siguen hablándonos con prístina delicadeza de ángel, mientras que la jerga de muchos contemporáneos nos resulta un caldo enlodado?