La identidad defendida por una parte de la «derecha radical» es pluricircular: identidad carnal (regional), identidad histórica (la gran nación) e identidad civilizacional (europea).
Pocas veces se ha perseguido más la libertad de expresión que bajo el dominio de estos tiranuelos puritanos, que pretenden que adoptemos oficialmente su fea y cacofónica neolengua.