Queridos yihadistas:
Cabalgando en vuestros elefantes de hierro y fuego, habéis entrado con furia en nuestra tienda de porcelana. Pero es una tienda de porcelana cuyos propietarios, desde hace mucho tiempo, se propusieron hacer añicos todo lo que había allí atesorado. Es más, sobreviven sólo para eso. Vosotros los habéis perturbado. Sois los primeros demoledores que atacan a los destructores; los primeros bárbaros que la toman con los vándalos; los primeros incendiarios que compiten con los pirómanos. Esta situación es original. Pero, a diferencia de las nuestras, vuestras demoliciones se efectúan en total ilegalidad y así se atraen una repulsa casi unánime. Mientras que nosotros ponemos a punto nuestras tortuosas innovaciones entre el entusiasmo general y la felicidad más pimpante.
Nada nos impedirá continuar acusándoos de pertenecer al campo de los nostálgicos de un orden orgánico y comunitario donde el individuo no se pertenece, frente a nuestra sociedad de individuos autónomos, responsables y solidarios.
Os advertimos de que venceremos porque somos los más débiles. Temed la furia de los corderos. Temed la cólera de las ovejas enfurecidas.
Os adormecéis en las delicias del martirio, pero es mucho más fácil morir por un Dios que sobrevivirle. La salida de la fe es un duro sendero en el cual nosotros hemos aprendido cosas que vosotros todavía ignoráis. Sobre ese camino incierto, hemos adquirido una confianza que os asombrará. El furor que pondremos para resistiros os dejará estupefactos. Temed el odio del hombre en bermudas. Temed la cólera del consumidor, del viajero, del turista, de aquél que desciende de su caravana de camping. Os imagináis que nuestros placeres y nuestros ocios nos han ablandado. ¡Pues bien!, lucharemos como leones para proteger nuestra molicie.
Lucharemos por nuestras comunidades comunitaristas, por nuestras tribus tribales, por nuestras reivindicaciones reivindicativas y por todos nuestros estudiantes en rebelión que valen de lejos vuestros estudiantes en religión.
Lucharemos por todo, por las palabras que ya no tienen sentido y por la vida que va con ellas. Lucharemos por el orden mundial caritativo y por el buen rollito. Lucharemos por la vida joven y por las artes alternativas.
Lucharemos por nuestros tour-operadores, por nuestras compañías aéreas, por nuestras cadenas hoteleras, por nuestros proveedores de servicios, por nuestras páginas web y por nuestros “todo incluido”.
Lucharemos por nuestro Dios único, que tiene la forma de un proyector encendido sobre un plató de televisión.
Lucharemos sin fin, porque el fin llegó hace ya tiempo, y ni siquiera nos acordamos de ello. Lucharemos por el placer de hasta haber olvidado nuestro propio fin.
Lucharemos por la desaparición del lenguaje articulado.
Y venceremos. Evidentemente. Porque somos los más muertos.
© Fragmento de Queridos yihadistas,
de Philippe Muray, Editorial Nuevo Inicio.
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