El trienio subnormal

Como en el Sexenio fernandino, los Ugartes y Chamorros (hoy Garzones y Monteros) animan con sus ocurrencias y disparates una vida política que oscila entre el marasmo y el tedio.

Compartir en:

Hace poco más de tres años España dejó de ser gobernada por un grupo de tecnócratas, tan alérgicos a la testosterona como al patriotismo, para pasar a manos de un extraño collage de sectarios académicos, vividores de la política, lacayos del Ibex-35 y una estrambótica patulea de indocumentados a los que se les regalaron varios ministerios con su correspondiente tajada del presupuesto. Todo ello dirigido, en teoría, por un perfecto héroe de nuestro tiempo, el “doctor” Sánchez, ejemplo, paradigma y modelo del aventurero político sin escrúpulos, sin ideas y sin inteligencia: el vacío entronizado. No nos engañemos, precisamente eso, su falta de contenido, su absoluta plasticidad, su audacia ciega, su instinto por disfrutar físicamente del poder al precio que sea y pagando todos los peajes que hagan falta, es lo que convierte al “doctor” Sánchez en un imbatible animal político, en el líder que el Sistema necesita y produce. No es el único: Justin Trudeau y Emmanuel Macron son dos calcos de idéntico patrón. Y en nuestro ruedo ibérico, Albert Rivera y un tal Casado obedecen al mismo modelo. Todos presentan un aspecto físico semejante, de macroncitos, y todos tienen el mismo discurso inane, aburrido, repetitivo, de socialdemócratas-liberales-de-centro-progresista. Todos comparten la aversión hacia el mundo de las ideas y de los libros (ya se encargará alguien de plagiar lo que sea menester), y la inquina contra las señas de identidad de sus patrias, y el desprecio por sus votantes de clase media, y el deseo de sustituir a sus electores por otros importados del Tercer Mundo. Y todos, del primero al último, ponen la soberanía del Estado a los pies de poderes transnacionales, que son los que mandan de verdad. Porque Sánchez no es sino un procónsul o un virrey, alguien que ejecuta lo que otros han planeado desde instancias que no son españolas: Bruselas, Berlín y Washington.

Pero, aunque esta es la esencia del poder del “doctor” Sánchez, lo que vuelve singular y estrambótico su gobierno en el panorama europeo es la inclusión de átomos libres, cuyos estragos son de todos conocidos y que a los columnistas un tanto burlones nos dan un inapreciable material para la sátira, la mofa y el recochineo. ¿Qué sería de nosotros sin Irene Montero, Alberto Garzón o la políticamente difunta Carmen Calvo cuando tales bienes de Estado caen en la funesta manía de pensar, pontifican, legislan y dictaminan sobre las miradas lascivas, el color rosa, el consumo de carne o las fiestas de los pueblos? La colección de dislates, melonadas y bufonerías elevadas a rango de ley por esta patulea de semiletrados alcanza cotas sólo comparables a los decretos que Fernando VII sacaba cuando se dejaba inspirar por su célebre Camarilla. No se puede negar que existe un paralelo claro entre El Deseado y Sánchez: a los dos les mueve el uso del poder como una propiedad personal, para uso y disfrute privado, sin más miras que el permanecer en él por el simple hecho de la mera continuidad, pase lo que pase y caiga quien caiga. Como el Borbón, Sánchez sacrificará a todo bicho viviente antes de perder los privilegios de la poltrona: dejará que gobierne ETA y se bajará los pantalones un día sí y otro también frente a las imposiciones del separatismo catalán. Por otro lado, el incluir en su gobierno a la peor izquierda de los últimos cincuenta años evita los conflictos sociales, que las calles ardan y que a los efectos de la crisis de la pandemia se añada una oleada de huelgas y de violencia. Violencia que se desencadenará por la gauche, ya lo verán, en la próxima campaña electoral: Biden ha marcado un camino. Gracias a eso, Sánchez cuenta con el apoyo sin fisuras de la oligarquía: por algo la socialdemocracia es la gran coartada del capitalismo monopolista. Con todo lo que estamos pasando, ni una huelga, salvo la de los juguetes del ministro Garzón, ha sido convocada por las bien pagás… es decir, por las centrales sindicales. El “doctor” Sánchez, sin duda, es el gran líder conservador de los consensos del 78, el Calomarde de nuestra era. Mucho más que ese tal Casado, desde luego.

Como en el Sexenio fernandino, los Ugartes y Chamorros (hoy Garzones y Monteros) animan con sus ocurrencias y disparates una vida política que oscila entre el marasmo y el tedio, donde lo fundamental era, entonces como hoy, que no se mueva nada, que la nación dormite en un quieto vivere mientras se perdía América y se hacía el ridículo en el Congreso de Viena; de ahí la obligación de entretener a la canaille con chismes, portentos, epidemias y ñoñerías, cosa que antaño ejecutaban los predicadores desde los púlpitos y cantaban los ciegos por costanillas, plazuelas y mercados con sus coplas y sus pliegos de cordel; ahora, para eso, tenemos a la prensa del régimen. La única diferencia está en que al Rey Felón no le faltaban el gracejo, el sarcasmo y el desparpajo, porque magines tenía el Narizotas, mientras que

El “doctor” Sánchez, corteja y persigue a Biden como Fernando VII a Napoleón

el “doctor” Sánchez, que corteja y persigue a Biden como Fernando a Napoleón, no alcanza ni para pillar un chiste de leperos. Con estos mimbres, con este paisaje y este paisanaje, y con esta tropa monclovita de marmolillos, gaznápiros, adoquines y tarugos, no alcanzamos ni para décadas ominosas, cortes de los milagros, duendes de la camarilla, bienios negros ni ministerios relámpago. La era de Sánchez, “estos tres mal llamados años”, apenas quedará para el trastero de la posteridad como un trienio subnormal... y cursi, muy cursi, resilientemente inclusivo.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar