Según dicen los papeles, el creciente uso de los teléfonos para todo tipo de actividades no telefónicas –se calcula que cada español realiza diariamente 220 acciones con esos aparatos (alguno habrá que llegue a 440 para compensar a un troglodita que yo me sé)– ha provocado que los psicólogos tengan que recomendar la reserva de algún rincón de la casa para conversar o practicar alguna afición que no tenga nada que ver con una pantalla. Dos milenios y medio después de Platón y medio milenio después de Gutenberg, parece imparable la tendencia hacia el dominio de la fugacidad de la imagen sobre la solidez de la palabra.
Homo calambrensis
El creciente uso de los teléfonos para todo tipo de actividades no telefónicas ha provocado que los psicólogos tengan que recomendar la reserva de algún rincón de la casa para conversar o practicar alguna afición que no tenga nada que ver con una pantalla.
Según dicen los papeles, el creciente uso de los teléfonos para todo tipo de actividades no telefónicas –se calcula que cada español realiza diariamente 220 acciones con esos aparatos (alguno habrá que llegue a 440 para compensar a un troglodita que yo me sé)– ha provocado que los psicólogos tengan que recomendar la reserva de algún rincón de la casa para conversar o practicar alguna afición que no tenga nada que ver con una pantalla. Dos milenios y medio después de Platón y medio milenio después de Gutenberg, parece imparable la tendencia hacia el dominio de la fugacidad de la imagen sobre la solidez de la palabra.
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