Gobernanza global
A partir de entonces, todo lo que ha pasado en el mundo puede explicarse como el combate entre un proyecto unipolar –el del orden global liderado por los Estados Unidos- y una resistencia multipolar encabezada por Rusia y, oblicuamente, China. La OTAN, después de mucha hesitación, terminó entrando por el aro para convertirse en brazo armado del nuevo orden en uno de sus frentes: el atlántico. Quizá el signo más evidente fue el retorno de Francia, que había salido de la Alianza en 1966 con de Gaulle, y volvió en 2009 con Sarkozy. Para ese año ya se habían incorporado a la OTAN todos los países europeos de la vieja órbita soviética, a excepción de Bielorrusia, Ucrania, Serbia y Bosnia, resucitando en provecho de un nuevo patrón el viejo sueño del polaco Pilsudski: un "intermarium" que frenara a Rusia desde el Báltico hasta el Mediterráneo. Pero no perdamos de vista el escenario global, porque esto sólo es uno de los frentes: en el otro, en el Pacífico, Estados Unidos reactivaba sus pactos con Australia y Nueva Zelanda (el ANZUS) y con Tailandia y Filipinas, que en la práctica son protectorados militares de Washington. Si añadimos al cuadro a Corea del Sur, Taiwán y un Japón remilitarizado, el paisaje queda completo.
Una vez más, aquí lo militar sólo ha sido la prolongación de la política. No es fácil verlo entre el torrente de una marea informativa que sigue atada al lenguaje de los viejos tiempos "nacionales", pero la construcción del nuevo orden mundial ha seguido una pauta uniformemente acelerada a través de prácticamente todos los instrumentos creados desde 1945 –"gobernanza global", suelen llamarlo ahora-, y eso no se limita sólo a la organización financiera, los pactos comerciales de librecambio o la problemática doctrina de la "injerencia humanitaria", sino que incluye la adopción casi universal de políticas homogéneas sobre materias como la inmigración, el aborto o el matrimonio homosexual.
Es interesante constatar que las grandes crisis que aún bullen sobre el mapa se precipitaron a partir de 2008, en el momento en que explotó la gran crisis financiera del capitalismo occidental. Fue entonces cuando las resistencias al mundo unipolar, protagonizadas por Rusia, China y la India con el apoyo de Brasil y Suráfrica (los llamados "BRICS"), fraguaron en una propuesta de organización alternativa al Fondo Monetario Internacional, y desde entonces no ha quedado títere con cabeza. Las funestas "primaveras árabes" estallaron en 2010, y la crisis de Ucrania en 2013. Las primeras terminaron derivando en la guerra de Siria, y la segunda en el conocido episodio de la crisis ucraniana y la posterior guerra civil. Al mismo tiempo comenzaba la bajada en picado del precio del petróleo (mediados de 2014) y, al año siguiente, la crisis de las materias primas. Y a la vez Estados Unidos firmaba el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) con sus socios americanos y asiáticos, maniobraba en Iberoamérica para quebrar resistencias (desde Brasil hasta Colombia) y aceleraba la Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) con sus socios europeos, mientras en Europa comenzaba la atroz crisis de los llamados "refugiados". Todo tiene que ver con todo y nada obedece a una sola causa, pero el hecho es que estos procesos han terminado encerrando a Rusia y China en su espacio continental.
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