Se desesperan los multiculturalistas ante la paradoja de que algunos de sus retoños, amamantados con la leche desnatada del estado de bienestar, se alisten en el IS, renuncien al botellón y empuñen metralletas. Hay, a mi juicio, dos factores hormonales que explican tal despropósito.
De uno de ellos -el de la testosterona de los jóvenes de sexo masculino que sienten la necesidad de la lucha cuerpo a cuerpo y añoran la nostalgia de la épica que sus mayores les han arrebatado ya hablé en una columna anterior. "Papá -me dijo el jueves mi hijo Akela, que tiene tres años- quiero una pistola". Me quedé de piedra. Nunca había utilizado él esa palabra. Del otro factor el peso de los estrógenos en las chicas seducidas por el yihadismo hablaba el otro díaAnna Grau en El Español. "Es la demografía, estúpidos", decía. "Imposible no palmar ante una gente que ya no es que no les dé menos pereza que a nosotros tener hijos. Es que les da menos miedo y les hace más ilusión follar.
Del lado de acá todo es sexo onlineado o de piscifactoría, que diría Umbral. Del lado de allá pervive una cándida lujuria todavía no desnaturalizada por el uso incongruente del alcohol, las drogas, la música y hasta la ropa interior. La civilización occidental (...) está cayendo en picado no ante el Estado Islámico, sino ante el Erótico. El problema no es dejarlos a ellos fuera de la Zona Euro. Es cómo volver a meternos nosotros dentro de la Zona Eros". Lo que viene a sostener la columnista es que las mujeres citadas corren a impulsos de la libido y el mandato biológico de la maternidad hacia los musculosos brazos y el contundente esperma de quienes creen que las van a follar más y mejor.
Coincide eso con las tesis esbozadas por Pierre Mylestin en un artículo de Boulevard Voltaire. "¿Vuelve el macho?", se preguntaba a raíz del aluvión de ferocidad que poco antes había originado centenares de violaciones en el cogollo de esa Europa que según la mitología se hizo poseer por Zeus transformado en toro. Siniestro cul de sac: mujeres forzadas a mayor gloria del multiculturalismo y varones incapaces de defenderlas para no ser tildados de xenófobos. La socialdemocracia transforma a sus hijos en cabestros y luego abre los toriles para que entren los sementales. ¡Menos mal que lo ha escrito una mujer! Si lo digo yo me empluman.
©Fernando Sánchez Dragó - El Mundo, 27-03-16