Escéptico sobre las vacunas, el sobrino de John F. Kennedy ha sido nombrado Secretario de Sanidad por Donald Trump. «Durante demasiado tiempo, los estadounidenses han sido aplastados por el complejo agroalimentario y los laboratorios farmacéuticos, que se han dedicado al engaño y la desinformación cuando se trata de la salud pública», denunció el nuevo presidente electo en el momento de su anuncio. El señor Kennedy pretende enfrentarse a los grandes laboratorios («Big Pharma») y a las agencias de control sanitario y alimentario.
No cabe duda, en efecto, de que se avecinan dolores de cabeza para la Big Pharma. Desde la elección de Donald Trump, la industria farmacéutica está en el punto de mira del hombre que ha decidido derribar ciudadelas hasta ahora consideradas inexpugnables. El nombramiento de Elon Musk al frente de un «Ministerio de Eficiencia Gubernamental» anuncia claros recortes (¡2 billones de dólares de ahorro!) en el aparato burocrático. Y los medios de comunicación se preparan para gritar «conspiración» y «oscurantismo» con el nombramiento de Robert F. Kennedy Jr para el Ministerio de Sanidad.
Denuncia de una «fábrica del miedo
Al anunciar su victoria, Trump declaró: "Robert F. Kennedy Jr. va a ayudar a devolver la salud a Estados Unidos. Quiere hacer ciertas cosas y vamos a dejar que las haga. Sólo digo que te mantengas alejado del petróleo, Bobby. Aparte de eso, diviértete".
Todo ello se sitúa en el contexto de que Kennedy había impugnado el discurso sanitario oficial impuesto durante la crisis de Covid. En su libro La aterradora carrera a las armas biológicas, el antiguo demócrata y candidato a la presidencia de EE. UU. criticó la fábrica del miedo montada por la Organización Mundial de la Salud bajo la presión de los fabricantes de vacunas, Bill Gates y el asesor sanitario Anthony Fauci. Escribió: «Estos hombres han demostrado repetidamente que pueden hacer que la gente cumpla con medidas draconianas a través del miedo a pandemias periódicas infundidas por la propaganda o incluso a través de liberaciones periódicas —accidentales o deliberadas— de superbacterias pandémicas». Lo que está claro es que todo ello plantea la muy pertinente cuestión de la dominación médico-militar industrial en una democracia.
¿Por qué ocultar esta evidencia? Sí, a la industria farmacéutica le encantan las pandemias, igual que al complejo militar-industrial le encantan las guerras. La luz verde que Trump está a punto de dar a Kennedy Jr para sacar a la luz la verdad sobre la política sanitaria sólo puede beneficiar al debate.
Raoult, encantado
La salud pública no tiene por qué reducirse únicamente a productos químicos, en una deshumanización de la medicina, reducida a un campo de experimentos y técnicas, a creencias cientificistas y a conflictos de intereses entre los promotores de moléculas lucrativas. El sistema inmunitario puede apoyarse en las vacunas, pero también en gestos sencillos como alimentarse bien, practicar deporte, tener niveles suficientes de vitamina D, comportarse de manera que se dé prioridad a la protección de las personas vulnerables, etc. El enfoque único de la salud, combinado con el terrorismo intelectual contra los profesionales demasiado libres, es un insulto a la decencia y al sentido común.
En un post en X, el profesor Didier Raoult, la pesadilla de Big Pharma y sus compinches políticos, dio la bienvenida al viento de libertad que sopla en Estados Unidos. Escribió: "La política y la ciencia no tienen nada en común, pues la contradicción, el conocimiento y la noción de cambio de teorías y prácticas están en el corazón de la ciencia. La arrogancia de los políticos, los periodistas y la administración es asombrosa, y espero con delite la continuación. La elección de Trump podría cambiar la VERDAD de la noche a la mañana".
Se avecina una revolución. ¿Por qué temer la gran limpieza, si es necesaria?
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